Yornel Martínez en la Bienal

/ 26 mayo, 2015

Yornel Martínez dialoga sobre el texto y sus nuevas formas de recepción

 

Yornel Martínez (Manzanillo, 1981) es sin dudas de esos artistas por los que no podemos pasar con presteza. Difícilmente podrá ser encasillado en un estilo o generación, porque su obra tiene esa peculiar condición de divorciarse de cualquier designio, para entregarse en todas sus posibilidades expresivas. En sus piezas persiste un halo espiritual, heredado de la cultura oriental e inmortalizado en acciones, reciclajes, trazos o discretas intervenciones en el espacio público. Su presencia hoy en la Duodécima Bienal de La Habana resume una arista de su trabajo donde el texto es visto como un concepto expandido.

 

En tus propuestas existe una preocupación por desacralizar la manera en que tradicionalmente nos enfrentamos al texto escrito. En este sentido, ¿Qué valores adquieren los binomios lector-espectador / texto-imagen y en cuáles de tus obras se hace más evidente esta relación?

Busco crear una conexión entre las palabras y la imagen. Creo que es la esencia de la mayor parte de mi obra. Aspiro a reducir la distancia entre la realidad y el lenguaje, a restablecer su principio, a olvidarse de su imperio. La palabra revive, en la duda, en la distancia, porque creo que la realidad -en toda su magnitud- no es concreta, sino intangible. Cuando pienso en términos de binomios, recuerdo la escisión casi categórica que hace occidente entre escritura e imagen; algo que para las culturales orientales resulta diferente. Basta pensar en la caligrafía árabe o la japonesa. En la serie de los Caligramas se puede ver con más claridad esta preocupación; obras que intentan indagar en el espacio de la escritura como imagen, para romper el infranqueable muro que hemos tendido entre el signo y el símbolo y sacar a la tipografía de ese bloque estático. De esta forma, la palabra-imagen adquiere una nueva posibilidad expresiva.Te podría enumerar algunas obras donde se puede ver esto desde diferentes perspectivas: Cielo concreto, la serie de los Caligramas, Exergo…

 

La Duodécima Bienal de La Habana ha apostado por una lógica de trabajo que implica los procesos transdisciplinarios y la inserción en los contextos, defendiendo así la idea del arte en su lugar. ¿Cómo se inserta tu proyecto “Intervención en una librería” dentro de la línea curatorial de esta edición? ¿Podrías explicar tu propuesta?

Esta es mi primera vez en la Bienal de la Habana. Mi obra consiste en una intervención in situ en la librería Fayad Jamís, con proyectos invitados y un núcleo de conferencias. Este es un proyecto de carácter investigativo, donde busco crear vínculos con la literatura (disciplina que siempre ha estado presente en mi trabajo). De esta forma me estoy moviendo en otro campo, apelando a la transdisciplinaridad como cobertura para abrir referentes y oxigenar los modos de pensar las artes visuales. Dentro de los proyectos invitados se encuentran Libros sin dominio (muestra de libros-objetos curada por Elvia Rosa Castro), Torre de letras (espacio de encuentro fundado por la escritora Reina María Rodríguez, que generó un proyecto editorial para traducir y publicar autores de relevancia internacional inéditos en Cuba), Alias (proyecto editorial creado por el artista mexicano Damián Ortega), La Fracción (en Tabloide Noticias de Arte Cubano, a cargo de Julio César Llópiz) y una nueva presentación de P350[1]. Por otra parte, el ciclo de charlas contará con: “Muerte del libro y nuevas formas de sociabilizar el conocimiento: el libro como alternativa cultural vs alternativa comercial”, “Proyectos editoriales alternativos, el papel del editor”, “Presentación de El Humor otro”, y “Santiago Armada in memoriam”, a cargo de Caridad Blanco.

Concretamente, la obra es una intervención en la librería; la cual intento convertir en una plataforma de trabajo, en un área de acción y no de mero intercambio. No busco entenderla como un espacio refuncionalizado como galería para exhibir una obra plástica; sino que intento estimular la circulación de textos, crear intervenciones y acciones que respeten el formato y la lógica contextual, para propiciar en el lector una nueva percepción del libro como totalidad, más allá del objeto. La idea es entender la librería como un universo cultural dinámico y abierto, capaz de generar nuevos contenidos, correlatos, diálogos; privilegiarl valor simbólico y textual del libro, frente a su connotación convencional de adquisición económica. Me interesa también repensar el lugar que juega la edición independiente, y su aporte a la biblio-diversidad. Resulta que desde hace un tiempo, me he dedicado a coleccionar números de revistas viejas; por ejemplo, Albur, Enema, Naranja dulce, Orígenes, Lo que venga, catálogos, plegables, etc. P350 es un homenaje a esos proyectos que intentaron, en un momento determinado, aglutinar gente con un pensamiento afín, como Diápora(s), Banco de ideas Z o La Naranja.

Por otra parte, haré visible la actividad de algunos proyectos editoriales, que constituyen un nuevo modelo de intervención artística e intelectual, al generar en la práctica un tipo de activismo cultural; una manera de accionar que desde inicios del Siglo XX, y en especial a partir de los planteamientos del arte conceptual, ha ido adquiriendo cada vez más importancia. En este sentido me interesan los libros de artistas (ese objeto creado a partir del concepto de libro donde imagen y texto se conjugan), género que a mi entender no ha sido valorado aún suficientemente en nuestro contexto. Este concepto de libro-creación comienza a concretarse con  Mallarmé (Una tirada de dados nunca podrá suprimir el azar, 1897),  Apollinair (Caligramas, 1914), Dieter Rot (Kinderbuch, 1954-57;  Picture Book, 1956);  hasta llegar a las obras de artistas como Brossa, Cage, Lewitt. El carácter totalmente interdisciplinario del libro de artista ofrece infinitas posibilidades combinatorias de técnicas artísticas, oficios artesanos, textos, etc.

En resumen, el libro, por su verdadera naturaleza, me parece ser un medio ideal. Aunque tampoco busco una oda a “su muerte”. No creo que el soporte material deba ser tomado en cuenta, más allá de la medida en que esto contribuya a su contenido. A fin de cuentas, el libro es el medio no el fin.

¿Qué expectativas mantienes en relación al público que asistirá a esta obra en especial, teniendo en cuenta las características y emplazamiento de la misma?

Con esta intervención me ha interesado borrar las fronteras de lo que tradicionalmente se denomina lo “artístico”, hasta llegar a concebir “la obra” como un espacio de participación social. Quisiera aprovechar la afluencia de público que la librería propicia, confrontar al lector con los límites del texto literario y cuestionar nuestra manera de leer. La intervención exige una decodificación del texto ya no en el espacio reducido del libro como objeto, de modo que obliga a los receptores a descifrar más allá. Nuestra manera de leer sigue siendo la misma que cuando nació la imprenta y este modelo de lectura está reclamando otras formas de acercarnos al mensaje. Asumo la librería como un universo cultural en sí, dinámico y abierto, capaz de generar nuevos significados. Me meto con la organización de los volúmenes en el espacio y su clasificación por materias. Me interesa trabajar simbólicamente con la necesidad de decodificar el mensaje que emite el arte y ahondar en esas zonas de vacío que tanto estimulan al conocimiento.

 

[1] Desde hace un tiempo Yornel Martínez ha fungido como gestor del proyecto editorial independiente P-350: una revista o blog creativo en progreso, con colaboraciones abiertas.

 

Loliett Marrero Delachaux

Loliett Marrero Delachaux

La Habana, 1990. Licenciada en Historia del Arte por la Universidad de La Habana. Desde 2013 labora como especialista en el Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam. Ha publicado artículos sobre arte cubano y latinoamericano en las revistas Arteamérica, El Caimán Barbudo, Extramuros y el Boletín Ojeada que emite el Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam.

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