A propósito de la exposición personal de Nelson Domínguez en el Museo de Arte Sacro, Basílica Menor y Convento de San Francisco de Asís
Desde que irrumpió en la escena creativa de los años setenta, Nelson Domínguez ha sostenido una trayectoria en la que conviven sin conflictos la pintura, el dibujo, el trabajo con la cerámica, la escultura, el grabado… Su insólita audacia para la experimentación con diversas técnicas y procedimientos en obras que fabulan leyendas de gran densidad espiritual cimentadas en un aparente mínimo de recursos expresivos, le han hecho merecedor de un puesto cimero en los predios de las artes visuales cubanas. Es por eso que la Basílica Menor y Convento de San Francisco de Asís se honra al contar con él para celebrar el aniversario 20 de su apertura como museo de arte sacro y sala de conciertos.
Desde el pasado 4 de octubre y hasta el 21 de noviembre, cerca de 28 piezas de mediano y gran formato componen el arsenal que invade el amplio espacio de la galería situada en el segundo nivel del claustro norte. La propuesta de Nelson, si bien versátil morfológicamente, posee una impronta muy singular que se expresa en la emotividad que se nos revela al contemplar ese estremecedor universo donde la expresión de la belleza mantiene un hálito personalísimo y espontáneo.
Revelaciones, el título de la muestra, congrega tan solo una parte de la labor del artista durante los últimos años, especialmente en este 2014. Se trata de un conjunto de pinturas y otro más reducido de esculturas que nos adentran en un mundo de hechizo creativo con los ademanes de un imaginario estético renuente a la descripción detallada del entorno. Si bien se trata de una obra no ajena a inquietudes y frustraciones sociales, el motivo parece apenas pretexto para movilizar la avidez de las búsquedas formales. Así, la desnudez del material y la categórica apelación a la síntesis que renuncia, en ocasiones, a la trivialidad de la anécdota, coexisten con la pasión de los trazos enérgicos, el misterio de las texturas y la brusca magia del color como elementos de máximo protagonismo.
Aun cuando se incluyen algunas obras no tan recientes y conocidas, la intención no ha sido plantear una retrospectiva. Revelaciones es, sobre todo, una invitación a deambular entre piezas de gran fuerza y potencialidad metafórica en sí mismas, piezas que transitan a su antojo por el expresionismo pero que coinciden en situar al hombre, sus contrariedades, sus anhelos y su fe, en el centro de sus preocupaciones. Incluso en aquellos cuadros que pertenecen a la serie Esta vida perra, donde es protagonista la figura del can, aquel en el que señorea un colibrí y hasta en las composiciones correspondientes a la serie Palos y Crucifixiones, vislumbramos una inserción de alegorías poéticas donde lo mitológico, en comunión con lo sincrético, aluden a las desdichas del ser humano, en un arte donde se yuxtaponen la memoria, la experiencia y la imaginación.
Contrariamente a lo que evocan los títulos y a lo que inspira la siempre generosa, ecuánime y optimista personalidad de Nelson, estamos en presencia de una amalgama de referentes que expiden impotencia, nostalgia, desolación…pareciera como si el artista tuviese la intención permanente de exorcizar sus demonios en el acto mismo de la creación. Lo más extraordinario es que por un instante quedamos atrapados en una rara aflicción que nos sacude, nos conmueve, nos hace recordar, razonar…, tender un puente entre lo que vemos y lo que conocemos, lo que pensamos…, esa rara sensación a la que solo invitan las grandes obras de arte.
Ernesto
20 octubre, 2014
Realmente resultan impresionantes los rostros de la obra Pescadores de sueños….sin dudas, una gran obra de arte!