Lo húmedo (transparente) en Elizabet Cerviño

/ 9 enero, 2015

Polos opuestos brotan y se visibilizan en su obra trepidante. Nos presenta sucesos secos, húmedos, mutantes… Nos retrata algunas sensaciones. Nos deja huellas que emiten señales.

La neblina impera en su poética sin estar (físicamente). La presagiamos. La neblina como metáfora o táctica para aparentar algo que puede ser. La neblina como barrera que nos envuelve y sitúa ante el abismo, pues nos imposibilita ver la perspectiva del paisaje común. Esblanca, pura, fría, (in)visible. Y por supuesto: no siempre está como es. Surge en ciertos entornos específicos.

La neblina ha sido un recurso desde la sugerencia en la artista. Ha estado sin estar. Algunas de las telas enmarcadas de Elizabet Cerviño para Villa Manuela[1]han ocultado en sus porciones inferiores algo que no sospechamos, porque no percibimos con claridad. Llanto de la ceremonia I (2013) y Llanto de la ceremonia II (2013) son además símbolos-retratos de la neblinaque, como idea, también sentimos en las restantes obras de tejido deshilado —como técnica— y que titula Viso del derrame —son tres; de la I a la III. Piezas grandes, blancas-puras, abstractas, “vacías”.Y con huellas (líneas) verticales que por gravedad han caído: caen. Sin embargo, la neblina ha sido apenas un instante en los casi extremos de la galería en su lógica museográfica para la exposición Paisaje 360o, que ha marcado otros horizontes: despojo, mutación, transparencia. Estados a los que ella debía (saber) llegar y presentar con evidencias.

Vemos mucho y con claridad en obras como El peso de repetir (2013): instalación simbólica y maternal, que apunta a todo origen y al principio desde lo femenino, a partir de la esfera (diminuta): el huevo, el que prefigura vida, es decir, el movimiento y la continuidad. Pero esta vez, han sido varios; huevos multiplicados, equidistantes a ras de tierra (arena). De tantos, unos pocos fructificarían, si nos atenemos al principio biológico de reproducción de ciertas plantas que generan millares de semillas, como estrategia de la sobrevivencia de solo unas pocas. Por ende, de tales huevos, brotaría vida mínima y sobrevendría el necesario (otro) Bautizo (2013): ella, ahora como símbolo-artista, vestida con un largo y suave vestido que al chocar con el agua se humedecería, en extremo, y dejaría ver la huella de las curvas y las protuberancias femeninas. Y más: gestos, ánimos, reacciones… Ella, luego como la artista-ser, quedaría despojada del ropaje humedecidoya pesado y avanzaría: desnuda. Escaparía (así). ¿Habrá sido?

En la galería quedaba—teníamos— la huella de cinco fotografías del cuerpo mojado (allí mismo; antes; otra vez) como complemento y fin de la piezaBautizo, que existe además como y en su boceto en cuanto abrimos el catálogo-plegable. Es Bautizo, como performance, la sucesión o el segundo instante de la neblina transmutada en agua que cae para mostrar el otro (gran) paisaje y hacernos leer —lo que presumo— versos de la artista, bien situados al lado del bosquejo dibujado deBautizo: “Se rompen los horizontes/ y el paisaje se fuga,/ llega hondo,/ traspasa la piel,/ velo que nunca desnuda./ Ha caído el agua”. Y aunque el vestido ha permanecido enrollado, de reposo en el suelo, la presencia de la joven artista es muy vital. Pesa la marca deshecha. Ha sido esa tela —blanca y real— la mejor señal-impresión. Por eso, tal vez, “(h)a caído [más que] el agua”.

[1]Con motivo de su exposición personal Paisaje 360o. Galería Villa Manuela, La Habana, enero-febrero, 2014.

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