Ayer en el zoológico
me detuve en la jaula del cernícalo
y pensé:
Oh, si fuera el pájaro nacional
Otra cosa fueran los medrosos días que me asisten.
Ayer en el zoológico
tuve la imprudencia
de querer cambiar la patria
quedarme extasiado
ver pasar los héroes
por el ojo vidrioso del cernícalo.[1]
En latín, patria significa “la tierra de los padres”. Patris. Si realizamos una cadena de relaciones y significados podemos inferir que en la patria estamos resguardados y que por una relación de consanguinismo cultural somos muy afines con las otras personas que en esa tierra nos rodean. La tierra de los padres es protección, seguridad y hasta salvación, y en ella nos vemos como miembros de una gran familia. “La noción de patria se sustenta en los vínculos afectivos, históricos, culturales, que mantienen los individuos con su lugar de nacimiento. El manifiesto moral, cívico, que se legitima en cada comunidad existe a priori del nacimiento”[2] de cada nuevo hijo.
Cualquier discurso que pretenda cierto poder apela al valor que encierra este patrimonio heredado para lograr simpatía en torno a sus objetivos. Es por ello que la noción de patria se convierte, además, en una noción política. En una noción que se presta para ejercer cierto chantaje emocional porque en última instancia, renunciar a la patria es renunciar, metafóricamente, a nuestros padres. Más aún, es alejarse de su poder, control y normatividad. Irse, dejar que la patria vuele es sobre todo, un ejercicio liberador pero también puede interpretarse como un gesto desleal y hereje.
En la teoría contemporánea varios pensadores han reflexionado sobre los efectos de la globalización y los nuevos cauces de la cultura contemporánea. Homi Bhabha presenta este drama desde el título mismo de su conferencia: Whois at home in globalization? y utiliza como intro de la mismo un bello fragmento de la novela Home, escrita por Toni Morrison. Zigmunt Bauman, por su parte, afirma:
En todas partes me siento en casa, a pesar de que (o quizás porque) no hay ningún lugar que pueda considerar mi casa[3].
El feel like home parece convertirse en imperativo y en la sensibilidad dominante de cualquier contexto en nuestros días. Se trata de una manera complaciente de fluir y saber convivir en espacios “ajenos”. Entrecomillo “ajenos” porque hay un misterio en esa frase de la Morrison: “why it’s lock fits in my key”?
Como puede apreciarse, se trata de un fenómeno que no es privativo de un país o nación. Es un hecho global. En Cuba, este fenómeno llegó de manera tardía. Apartada de estos vaivenes globalizantes por el escaso o nulo acceso de sus habitantes a las redes sociales; aislada por su condición insular (“la maldita circunstancia del agua por todas partes”) y, sobre todo, por el énfasis político con que se ha manejado el concepto “patria” desde el poder, casi identificada con el destino del socialismo tropical de la isla, el cuestionamiento de estas nociones no solo ha llegado más tarde que en otros sitios, como en cámara lenta[4], sino que, lógicamente, se convierte en una controversia más política que cultural.
Pero ahora la patria-Cuba se ha corrompido y sus discursos han caído en el descrédito total. Va desapareciendo, y con ella sus atributos, sus apuntalamientos ideológicos. El cansancio provocado por el sacrificio que supone la supervivencia en Cuba, el fenómeno de la migración (desatado básicamente en los 90) y el hastío frente al discurso moderno en torno a un centro, han traído como consecuencia una actitud crítica a los conceptos de identidad, patria y nación. Es por ello que se tacha el discurso, o la patria queda como el emperador desnudo, o se le aproxima de manera visualmente abstracta y evaporada, o se dona y expulsa; o se vuelve vacía a fuerza de reiteración. Estas artistas dejan que la patria vuele. O vuelan ellas. La patria, en esta exposición, adquiere una naturaleza que tiene que ver más con el individuo, más con los viajes interiores del ser. Es por ello que se trata de geografías muy personales, donde los símbolos y la “teatralización del patrimonio” son borrados o criticados. La emancipación está precisamente en la negación de la patria como único lugar y en el trazado simbólico que cada individuo pueda representarse e imaginar.
La patria que vuela[5] es la constatación de una noción en decadencia y es el abandono de esta ruina ideológica. La patria que vuela significa la desidia respecto a los criterios robustos y excluyentes del discurso del poder desde el mismo momento en que reconoce el derrumbe y la corrupción de su retórica libertadora. Las obras reunidas aquí se convierten en los nuevos “relatos de salvación” pero a nivel individual, trazando nuevas utopías de nuevo tipo.
(en pleno y caliente julio, en mi cuarto, donde la patria se derrite).
[1]Reynaldo García Blanco. País de hojaldre. Letras Cubanas, 2004.
[2]María Carla Olivera. “Una aproximación a las concepciones tradicionales acerca de la identidad”. Trabajo de curso. Departamento de Historia del Arte. Universidad de La Habana (inédito).
[3]Zigmunt Bauman. La cultura en el mundo de la modernidad líquida. México, Fondo de Cultura Económica, 2013. P. 10.
[4] Suelo decir que la conexión a Internet que tenemos en Cuba es una conexión que funciona con carbón.
[5] La patria que vuela es el título de una exposición colectiva inaugurada el 16 de septiembre en la galería House of Egorn, Berlín. Las obras exhibidas pertenecen a Sandra Ramos, Cirenaica Moreira, Lidzie Alvisa, Aimée García y Elizabet Cerviño. Quien suscribe es la curadora.