En el verano de julio, en 1967, Cuba es escenario de la primera presentación del Salón de Mayo en América, con la intervención y el apoyo de Wifredo Lam como ente activo de este magistral proyecto. Este hecho constituye un acontecimiento trascendente, así como una rica experiencia artística y política, de una dimensión extraordinaria para nuestro país. Los artistas invitados a la inauguración de este memorable evento estuvieron presentes en el acto por el 26 de Julio celebrado en Santiago de Cuba.
La incidencia que tuvo el Salón de Mayo en el arte cubano constituye un legítimo antecedente del entorno artístico de las jóvenes promociones de artistas emergentes a finales de los años sesenta y marca el horizonte histórico de la primera hornada de recién egresados de las escuelas de arte, tras el memorable año 1959, junto a la participación de los educandos de arte en el propio acontecimiento.
Centro de enseñanza artística sin precedentes en nuestra historia, cuyo valor fundamental es su carácter masivo y el enfoque renovador de la enseñanza artística, abierto a todas las tendencias contemporáneas, la Escuela Nacional de Arte (ENA) garantizó el desarrollo de la personalidad creadora individual de cada estudiante. Constituye el primer proyecto pedagógico para la enseñanza profesional de las artes, sin descuidar la continuación de los estudios de la enseñanza general, con una visión de vanguardia dada por su condición de método abierto para insertar nuevas experiencias y especialidades artísticas, según las expectativas y reclamos del arte y la cultura cubana.
Su apertura conceptual y metodológica para el estudio de las artes y su carácter sistémico se amplía al concebirse como rector nacional del sistema educacional artístico. La experiencia de la ENA coadyuvó a los planes y programas de estudio de San Alejandro y del resto de las Escuelas Provinciales de Arte, lo cual constituye un desprendimiento de este pensamiento artístico en función de la vida cultural del país, que invitaba a la creación, relacionaba a los estudiantes con los profesores, quienes concebían sus obras en una dimensión y lenguaje multidisciplinario.
Desde este punto de vista, la realización en La Habana del XXIII Salón de Mayo en 1967 -ubicado en el Pabellón Cuba, corazón del Vedado capitalino – constituyó una importante muestra de la cultura europea, de interés mundial, ubicada en el Tercer Mundo, al tiempo que involucró no sólo a los profesionales de las artes plásticas, sino también a sus estudiantes.
La contribución de los alumnos de la ENA fue muy importante al colaborar como guías de la muestra y algunos participaron en la realización de un mural colectivo de pintura, que contó con la presencia de destacadas personalidades de la plástica y la literatura junto a estos noveles creadores.
La importancia de esta memorable exposición radica en haber constituido el primer contacto directo de una muestra de arte contemporáneo aportando lo más representativo y avanzado de las artes plásticas mundiales, lo cual amplió la visión e información de los jóvenes artistas. Piezas de Joan Miró, Pablo Picasso y Fernand Léger se cuentan entre las obras exhibidas. Quizás los creadores que más influyeron en las hornadas de jóvenes creadores fueron Valerio Adami, Bernard Rancillac, Eduardo Arroyo y Jacques Monori, dentro de un amplio colectivo de autores en el que coexistían la nueva figuración, el pop art y el op–art como tendencias dominantes, aunque estuvo marcado por la amplia presencia de la abstracción lírica, el arte abstracto y el surrealismo; así como por los objetistas y los cinetistas, que ocupaban un lugar importante dentro del recorrido por la muestra.
Con este motivo, un colectivo de casi cien pintores, escultores y escritores de Europa, América Latina y Cuba se juntan para realizar el mural Cuba colectiva en la noche del 17 de julio, lo que se recuerda como una fiesta de la fraternidad entre europeos, latinoamericanos y cubanos, significativa de la fuerza expresiva de un notable espectáculo artístico.
Entre los participantes nacionales se cuentan Eduardo Abela (pintor), Roberto Álvarez Ríos (pintor), Jesús de Armas (caricaturista), Arístides (caricaturista), Ávila (caricaturista), Juan Boza (pintor), Jorge Camacho (pintor), Agustín Cárdenas (escultor), Jorge Carruana con Oscar Hurtado, Salvador Corratgé (pintor), Santiago Armada (Chago) (caricaturista), Sandu Darie (pintor), Juan David (caricaturista) con Rego, Roberto Estopiñán (escultor), Pablo Armando Fernández (escritor), Ferrando ¿Fernando Luis?, Carlos Franqui (escritor) con Gherasim Luca, Fuentes ¿?, Mario Gallardo (pintor), Guerrero (caricaturista), Oscar Hurtado, (escritor) con Jorge Carruana, Fayad Jamis (pintor y poeta), Roberto Fernández Retamar (escritor), Wifredo Lam (pintor), César Leal (pintor), Raúl Martínez (pintor), José Masiques (pintor), Ruperto Jay Matamoros (pintor), Tomás Marais (pintor), René de la Nuez (caricaturista), Tomás Oliva (escultor), Lisandro Otero (escritor), Heberto Padilla (escritor) con Lou Laurin, Amelia Peláez (pintora), Domingo Ravenet (pintor), Rego ¿? con Juan David (caricaturista), Mariano Rodríguez (pintor), Rolando ¿?, Loló Soldevilla (pintora), Luis Miguel Valdés (estudiante de arte), Antonio Vidal (pintor), sin identificar (caricaturista), sin identificar ¿? con Arroyo, un niño cubano, un carpintero y un espacio reservado a Fidel Castro. Se consigue no sólo una estrecha vinculación entre los artistas cubanos y foráneos de reconocimiento, sino la confrontación con numerosos visitantes extranjeros.
El 30 de julio, el Dr. Raúl Roa, Ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, tuvo a su cargo las palabras de apertura de este evento de significación mundial donde se dieron cita diferentes tendencias del arte internacional en boga en aquel momento, que contribuyeron a enriquecer y fortalecer nuestras expresiones artísticas.
Como consecuencia, esta fiesta de las artes visuales potenció la creación de una Galería de Arte Contemporáneo (ubicada en la otrora Funeraria Caballero, en 23 y M, La Rampa, Vedado), centro inédito y lamentablemente de vida efímera (enero/marzo de 1968), coincidente con la ofensiva revolucionaria realizada en nuestro país en aquel momento, por lo que fue convertido en una dependencia del Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT). Asimismo, tras la realización del Salón de Mayo, en 1968 se exhibe la Exposición del Tercer Mundo y la muestra Cien Años de Lucha, paradigmas de macro exposiciones ubicadas en el propio Pabellón Cuba, aprovechando sus condiciones y la buena ubicación territorial de este recinto expositivo, lo cual constituyó una provechosa experiencia de trabajo multidisciplinario y una consecuencia de la buena acogida del público con respecto al uso de esa instalación, que se ha mantenido hasta la actualidad.
Otro efecto positivo de este evento fue que propició la presencia de Cuba en el XXIV Salón de Mayo realizado en el Museo de Arte Moderno, en París, en 1968. El envío cubano estuvo conformado por obras de quince artistas: Pablo Labañino, César Leal, Alberto Jorge Carol, Mirta Santana, Luis Miguel Valdés, Juan García Miló, Manuel López Oliva, Roberto Pandolfi, José León Coro (Chino León), Ramón Estopiñan y Jesse de los Ríos, pertenecientes a la ENA; así como Manuel Mendive, de la Escuela de Artes Plásticas San Alejandro junto a Julio Eloy Mesa, Trinidad Pino y Pablo López Duany, miembros de la Brigada Hermanos Saíz, junto a la participación del escultor cubano Tomás Oliva (1930 – 1996), conjunto que reveló al arte contemporáneo europeo la novedosa propuesta estética de Cuba.
Sin lugar a dudas, esta muestra se sitúa como un hecho significativo para Cuba y de hecho, aunque no otorga premiaciones, al conjunto de autores cubanos se le concedió el “Premio colectivo Adam Montparnasse a la Joven Pintura”, el cual consistió en 2500 francos destinados a la compra de materiales como reconocimiento a la labor de los artistas participantes.
Como colofón, la continuidad de estos tres eventos (el XXIII Salón de Mayo, realizado en La Habana en 1967, el XXIV Salón de Mayo, efectuado en 1968 en la ciudad de París, con la presencia de un notable grupo de jóvenes artistas cubanos, junto al Salón 70, expuesto en el Museo Nacional de Bellas Artes en 1970) indican la importancia de la celebración del Salón de Mayo en Cuba, significativo evento que caracteriza esta etapa de la plástica cubana contemporánea. Esta tríada de eventos constituye referencia ineludible para caracterizar este período de las artes plásticas nacionales, así como de su desarrollo artístico posterior, evidentes nutrientes de capital importancia en la conformación de nuestra cultura.
Julio del 2004. Tras treinta y siete años de su exhibición en el Pabellón Cuba, el mural colectivo del Salón de Mayo formó parte de la multidisciplinaria curaduría Mirar a los sesenta. Antología cultural de una época, exhibida en el Museo Nacional de Bellas Artes desde el 9 de julio hasta el 31 de agosto, gran acontecimiento cultural que evoca el rico quehacer de una década a través de diferentes manifestaciones artísticas. Ocasión singular para disfrutar del ámbito cultural de entonces y apreciar uno de los murales más importantes a nivel mundial de la plástica contemporánea.
Para seguir el itinerario estético de este mural se debe significar que participó en la más exhaustiva exposición de arte cubano Cuba Arte e historia desde 1868 hasta nuestros días, exhibida en el Museo de Bellas Artes de Montreal en enero de 2008, con un proyecto curatorial que transita en apretada síntesis por el itinerario estético de los siglos XIX y XX, haciendo especial énfasis en los procesos de formación y consolidación de la identidad nacional con la confrontación de alrededor de doscientas obras entre pinturas, fotos, instalaciones, videos y gráfica del MNBA, la Fototeca de Cuba y colecciones de Europa y América. En el itinerario de esta propuesta exhibitiva, en mayo de 2009, se presentó una versión de esta muestra en el Museo Groningen, de Holanda, con la presencia del mencionado mural.
A 50 años de haberse organizado el Salón de Mayo, el Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA) exhibe actualmente La gran espiral, una muestra de 25 obras exhibidas en ese significativo evento, y el afamado mural Cuba Colectiva – cuya extensión es de cien metros de largo por cinco de ancho – conformado por cien fragmentos divididos, en sentido contrario a las manecillas del reloj, – a partir de un centro, ejecutado por Lam- trabajados con óleo o técnicas mixtas sobre tela por un destacado equipo de artistas cubanos y foráneos.
Hechos como los referidos garantizan la vigencia y trascendencia del mural colectivo realizado en el XXIII Salón de Mayo en La Habana en 1967, exhibido ahora en La Habana, para celebrar el cincuentenario de su ejecución por artistas nacionales y foráneos.