Entre lo artificial y lo natural

Un viaje hacia los dos mundos de Paola Martínez

/ 10 noviembre, 2016

Como bien es de suponer, la fotografía llegó a nuestras vidas para detener en el tiempo instantes que, de no ser por ella, hubieran pasado inadvertidos para todos. Su finalidad primaria fue de registro, constancia, un método visual efectivo para no olvidar. Lo cierto es que desde el siglo XIX en adelante, muchos más que esos han sido los motivos que han impulsado al hombre a colgarse una cámara al cuello y a recorrer el mundo a sus anchas a través de la perspectiva de un lente.

Hay fotografías tan diversas como los individuos que las captan. Varios fotógrafos se interesan por la moda y también por el universo de las ciencias y sus publicaciones. Algunos, encuentran placer en “atrapar” la belleza de un paisaje, en husmear en los espacios de una urbe o en convertirse en antropólogos de la imagen y explorar cada detalle de un fenómeno social. Otros, han encontrado en la fotografía el medio perfecto para documentar un hecho artístico o la herramienta idónea para completar una obra instalativa. Errados estaban aquellos que supusieron que el interés por el arte de tomar fotos sería cosa del momento; menos aún actualmente, donde poco es equiparable a la fuerza de una imagen.

Este fue tal vez el encanto que motivó a Paola Martínez, quien es graduada de la Academia de Bellas Artes San Alejandro de la especialidad de escultura, a renunciar a dicha manifestación y a encontrar en la fotografía un muy peculiar modo de hacer. La joven artista, que ahora mismo cursa su carrera en el Instituto Superior de Arte (ISA), justo en el tercer año de sus estudios escultóricos recibió como regalo una cámara fotográfica. Si bien inicialmente constituyó la vía para documentar sus piezas tridimensionales y las pinturas que también realizaba; luego pasó a ser totalmente autónoma para la creadora. Desde entonces, su mayor referente ha sido el artista español que fuera en el año 2002 Premio Nacional de Fotografía, Chema Madoz. Mientras que la inspiran también las obras de los cubanos René Peña, Glenda León y Cirenaica Moreira. Sus intereses particulares unidos a todas las ráfagas visuales de las que bebe, han dado como resultado una obra que se centra en aquello que entendemos como artificial y su contrapartida, lo asumido como natural.

No es de extrañar entonces que encontremos en las fotografías de Paola objetos de nuestra vida cotidiana conviviendo en un ambiente natural y simulando pertenecer al mismo (Kalistemon, Raíz), pues sus formas y colores sirven como medio para camuflarlos. Igualmente, desplaza el juego en un sentido inverso, al presentarnos elementos de la naturaleza, en este caso siendo empleados como artículos de uso diario (Carmesí, Maybelline). Paola pareciera decirnos que la diversidad de productos fabricados por el hombre para hacer más cómoda y mejor nuestra vida tiene su par semejante, aún de forma inconsciente, en el medio ambiente.

El acercamiento de la artista a esta dualidad naturaleza-artificialidad permite plantear al espectador determinadas reflexiones. Bien pudieran estar encauzadas a indagar sobre la verdadera esencia de los objetos. Tomar un artículo cualquiera y subvertir tanto su función como su entorno, puede alterar la forma en que este es asimilado y entendido por el ojo humano o las normas sociales. Esto podría implicar la pérdida de los límites entre los objetos pertenecientes a un entorno natural y aquellos que han sido insertados en él con toda intención; así como del significado o los valores que, a priori, la sociedad les ha asignado a los mismos. Con ambas nociones juega constantemente la creadora.

Pero es Paola, además, una gran hacedora de escenografías (La pesca en el mar) y de instalaciones (serie Sombras Largas) casi sin proponérselo. El acto de creación, en su caso, inicia mucho antes de la apertura del obturador. A este proceso le antecede la conformación de escenarios y objetos, estos últimos, si se quisiera, dignos de ser exhibidos de manera independiente a la imagen fotografiada. Días de búsqueda y organización puede tomarle en ocasiones este procedimiento, frente a los segundos que tarda en hacer una fotografía.

Tanto los colores como el binomio de blancos y negros se dan cita en las instantáneas de Paola Martínez. En su obra hay poesía y evocación, mucho preciosismo y cuidado en los detalles. Cada una de sus piezas nos abre las puertas hacia dos mundos bien diferentes pero que han encontrado, gracias a su talento, un espacio de convergencia y diálogo.

 

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