“(…) el arte de acción (…) muestra un evidente deseo de poner de manifiesto, (…), la anestesia colectiva dominante en un mundo plagado de conflictos de todo tipo y ofrecer una posibilidad de crítica e, incluso, una esperanza de transformación, de cambio y de ruptura.”[1]
La postmodernidad supuso un corte en la concepción del arte tradicional, al poner en total crisis conceptos como el genio artístico y la originalidad de la obra de arte, ya dinamitados en la práctica por Marcel Duchamp y explicados desde la teoría por Walter Benjamin desde inicios del siglo XX. La performance constituye un producto cultural eminentemente postmoderno, pues en ella el cuerpo funciona como soporte y discurso de la obra de arte, donde el movimiento corporal y la expresión oral se hacen portavoces de mensajes de salvación y de cuestionamientos sobre la realidad contemporánea, con una significativa proyección universal.
Ensemble sin órganos, sita en el Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam del 7 al 23 de julio del presente año 2016, vuelve sobre esta práctica artística contemporánea, para rendirle homenaje de una manera muy ecuménica. De las manos de los curadores Blanca Victoria López (cubana) y Víctor Wang (británico), la exposición se propone ser:
“(…) una exhibición intergeneracional, que apunta a las trayectorias del arte de acción y el performance en diferentes latitudes. Propicia, en el período de dieciocho días, la convivencia e interrelación de piezas de artistas con diferentes procedencias, edades e intereses estéticos, sin que en modo alguno pretenda establecer categorías o presumir de un carácter antológico. Es, una propuesta expositiva que incita al espectador a establecer vínculos, analogías y nuevas lecturas no solo de las obras, sino de los procesos y los contextos que las originan.
Al difuminar las fronteras entre el desarrollo de una acción y su registro, la exposición servirá además como un momento de reflexión sobre cómo documentar, exhibir, conservar e incluso coleccionar el gesto performático”.[2]
El propio título de la muestra manifiesta la idea de unidad, de conjunto, definida por un préstamo lingüístico (ensemble) propio de idiomas como el francés y el inglés. De ahí que el hecho de fusionar en un mismo escenario artistas noveles con otros más consagrados y figuras de alcance internacional con artífices del patio, declara una intencional disolución de jerarquías en pos de una idea curatorial muy sólida: validar el acto performático per se, sin discriminación de ningún tipo.
Lo anterior justifica la variopinta nómina seleccionada, donde coexisten artistas de disímiles nacionalidades y promociones, véase Ana Mendieta (Cuba), Yves Klein (Francia), Xu Zhen (China), Cibelle Cavalli Bastos (Brasil), Habacuc Guillermo Vargas (Costa Rica), entre otros muchos. De un total de veintitrés artistas seleccionados, siete de ellos son cubanos, lo cual no solo deja claro el país sede de la exposición, sino que arroja luces sobre la proliferación del trabajo performativo en la Isla. Los artistas cubanos participantes trabajan poéticas muy distantes entre sí, cuestión que evidencia la práctica continua y sistematizada del arte vivo en nuestro país. Los exponentes nacionales escogidos para el encuentro fueron: Ana Mendieta, Carlos Martiel, Colectivo ENEMA, Héctor Remedios, Leandro Soto Ortiz, Manuel Mendive y Susana Pilar Delahante Matienzo.
La museografía de la exposición no parte de las nacionalidades de los exponentes, ni de las generaciones a las que pertenecen; sino que tomando como pautas las temáticas o los procesos creativos de los exponentes participantes, se dispusieron las obras por sub-salas, en la L de la planta alta del ya mencionado Centro Wifredo Lam. Con el objetivo de agrupar todo un arsenal estético-conceptual de disímil factura cinco sub-salas acogieron cinco macro-temas: la documentación fotográfica y audiovisual como apoyo a la performance, el genuino valor del proceso creativo, la tradición a través de la cerámica, un conceptualismo provocador y la introspección como una herramienta de salvación de la humanidad.
Ni el acechante chaparrón antesala de la muestra impidió que la inauguración estuviera muy concurrida, pues todo consumidor de performances tiene presente el carácter único de la acción, efímera e irrepetible por antonomasia, ya que ni la documentación audiovisual puede preservar el impacto que ejerce sobre el receptor el espectáculo in situ. La música acompañó la apertura con un elemento muy cubano, la décima guajira, la cual a partir de los pies forzados funcionaba perfectamente con la improvisación, elemento que le es muy caro a la performance.
A pesar de que la exposición no se pretende antológica, cuenta con piezas que sin lugar a dudas lo son, pues constituyen referentes obligatorios en la historiografía del arte de acción dentro y fuera de las fronteras nacionales. En tal sentido se encuentran Leap into the Void (1960), de Yves Klein; Sweating Blood (1973), de Ana Mendieta; y Para el ojo que mira (1987), de Manuel Mendive. No obstante, al dialogar con piezas tan novedosas y sugerentes como Diálogo (2016), de Héctor Remedios, es evidente la continuidad en el tiempo que pretenden establecer los curadores, a partir de los nexos que mantienen las performances de la segunda mitad del siglo XX con las de nuestra contemporaneidad inmediata.
Es así que Cuba ha tenido el honor de ser durante el mes de julio de 2016 un potencial receptáculo para el arte vivo de numerosos hemisferios. El Centro Lam, como la sede promotora del arte contemporáneo en La Habana, ha exhibido gran pluralidad de poéticas, las cuales en virtud de los intereses de los creadores apuntan a problemáticas determinadas. Una muestra de esta índole pone de relieve la pervivencia en nuestros días de una manifestación artística que halla su génesis en la década del sesenta del pasado siglo. Han cambiado los tiempos, han cambiado las cosas, pero pese a la efimeridad del acto performático, su concepción originaria sigue funcionándole como medio expresivo idóneo a muchos artistas para canalizar sus inquietudes creativas. “Lo bello puede encontrar un espacio en la inmediatez del sentir”[3], y es que precisamente de eso se trata, de colocarle unos lentes al espectador y sensibilizarlo a tal punto que logre ver el mundo como lo concibe el artista, luego vendrá la transformación…
[1] Yayo Aznar Almazán y Joaquín Martínez Pino. Últimas tendencias del arte. Madrid, Editorial Centro de Estudios Ramón Areces, 2009, p. 122.
[2] Declaratoria curatorial presente en la postal entregada durante la inauguración.
[3] Yayo Aznar Almazán y Joaquín Martínez Pino. Ob. cit., p. 121.