En el ademán de dirigir otras nubes

/ 9 junio, 2015

Ariel Orozco prefiere obviar ciertos radicalismos políticos, formales y mercantiles que imperan en la producción visual contemporánea. Aunque se fue de Cuba en 2005 para hacer carrera en México D.F, este artista parece incapaz de oponerse a nada; así como tampoco ofrece señales de sustituir aquel romanticismo beuysiano de sus comienzos por una ̏antropofagia como falsa ideología˝ a lo Santiago Sierra. Más bien suele explorar una gestualidad poética, eficaz cuando el azar rebasa al cálculo entre goce y desobediencia.

Línea discontinua (2015) tal vez sea la pieza más extensa y menos visible presente en la 12 Bienal de La Habana. Como parte del proyecto colateral Detrás del muro: en el medio de la nada, la intervención consistió en banderillas multicolores festivas sobrevolando un perímetro urbano, sin un motivo especial de celebración patriótica o desahogo folclórico. Esta línea indiscreta rompió los límites entre lo público y lo privado, abriéndose paso a través de la ciudad y sus gentes, negándose a violentar el caos del marasmo cotidiano.

Entrar y salir de humildes viviendas habaneras revela un afán por abolir las tensiones colectivas a favor del sosiego individual. Metáfora antibélica del sentido común, donde la idea-densidad se reemplaza por la imagen-ligereza de un accionismo regido únicamente por el desvío. La pieza busca diluir las fronteras entre el adentro y el afuera, mediante la representación de un trayecto fluido, en la cual el voyeur simbólico penetra y abandona los sitios ocultos o asequibles con la naturalidad de un registro equívocamente policial.

En la playa artificial concebida por Arlés del Río para Detrás del muro… quienes reposaban en tumbonas le daban la espalda al horizonte y contemplaban el entorno. Al detenerse y broncearse en el limbo de una caminata, los paseantes se desconectaban con el infinito y concentraban en ̏no-mirar˝ los senderos palpables. Gracias a una eventualidad plástica, otra vez el mar dejó de ser esa gran promesa que se resiste a entregar cuanto vaticina.

Cualquiera juzgaría este divertimento instalacionista como una pose de evasión facilista; sin embargo, deriva un tipo de propuesta artística que cubanos de aquí o de allá quisieran transformar en realidad: olvidarlo todo y hallar en el país natal confort material y espiritual, fantasía de concretar la metamorfosis de todos los espejismos posibles.

En el ademán de dirigir otras nubes, la transparencia de estas alternativas intenta mitigar el fuego de las contradicciones en el eterno verano insular: un modo seguro de involucrarse con la realidad, mientras lo ético-estético es un emblema del simulacro contenidista: agobio contextual donde las estrategias caducan por su falta de misterio.

Línea discontinua es un trazo blando escultórico similar a la pintura sumi-e japonesa, estilo budista zen que le concede tanta importancia al rasgo pictórico como al vacío. En esta intervención de Ariel Orozco, le corresponde al inquilino que abre sus puertas y ventanas diseñar o completar el recorrido de esta línea diáfana. Antídoto contra inesperados brotes de paranoia en un ámbito que añora la flexibilidad y expansión de sus contornos.

La acción termina por sí misma y nunca por el rechazo colaborativo de quienes la propician en un derroche de espontánea confiabilidad. En este caso, amoldarse al reclamo ajeno implica un signo de tolerante complicidad entre la idea de uno y la experiencia de muchos, tan reacios como el autor de esta filigrana tropical a reproducir antagonismos sociales. Porque ya es historia que vivir del dolor ajeno es un cuento irrepetible.

Héctor Antón Castillo

Héctor Antón Castillo

(Camagüey, 1963). Periodista y crítico de arte. En el 2004, obtuvo el Premio Nacional de Crítica Guy Pérez Cisneros con La otra ̏ muerte del autor ̋. En el 2006, ganó el Premio de Crítica en el Concurso auspiciado por la Revista Videncia con Las paradojas inconclusas de Pedro Pablo Oliva. Textos suyos aparecieron en la antología Nosotros, los más infieles. Narraciones críticas sobre el arte cubano (1993-2005). Participó en el dossier de la revista canadiense Parachute dedicada a Cuba (2007). Se le concedió el Primer Premio en el Concurso de Crítica de Artes Artes Guy Pérez Cisneros (2008) con el ensayo Contra la cautela: una razón para otras sinrazones. Recibió Mención de Honor en el Guy Pérez Cisneros 2012 por Un león de piedra no le teme al abismo, texto monográfico sobre la obra de Lázaro Saavedra.

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