Si desentrañamos la historia de la comunicación del hombre, la expresión visual, junto a la verbal y gestual, ha sido una de las más importantes. Desde los primeros vestigios de existencia inteligente en el universo, encontramos referentes directos a cómo las imágenes recogen la vida y todas sus revelaciones. Por este afán de documentación surgieron las más disímiles manifestaciones artísticas: la pintura, la escultura, la arquitectura, el grabado hasta creaciones más de avanzada como performance e historietas, que el ser humano ha utilizado con una finalidad estética y comunicativa para exponer sus ideas, emociones y su visión general del mundo.
También como un medio de dejar constancia de lo vivido surge la fotografía. En sus inicios, innegable instrumento para documentar la historia, se transformó en una manifestación atractiva que dialoga con lo real, lo irreal, la memoria y la verdad. Fueron estas ideas el motor impulsor del curador Rafael Acosta de Arriba para concebir la muestra La Imagen sin límites. Exposición antológica de fotografía cubana. La sala temporal del tercer piso en el Edificio de Arte Cubano del Museo Nacional de Bellas Artes, acoge esta propuesta desde el 21 de septiembre hasta el 26 de noviembre del 2018.
De manera cronológica la exhibición presenta un amplio bosquejo por esta expresión artística en Cuba desde el siglo XIX hasta la actualidad. Dividida por secciones, comienza con fotos de carácter reporteril. La Guerra de Independencia cubana mostrada por José Gómez de la Carrera es uno de los motivos fundamentales de este apartado inicial.
Tal como el tiempo sigue su curso, así lo hace esta reveladora propuesta, y en un segundo momento encontramos fotógrafos que muestran la trasformación que también estaba sucediendo en la Cuba de entonces. Felipe Atoy, José Manuel Acosta, Roberto Rodríguez Decal, son exponentes que representan una transición en el quehacer fotográfico de la época, en tanto intentaron experimentar con preocupaciones acorde a lo más vanguardista de su tiempo. Fieles exponentes del pictoralismo, comenzaron a preocuparse por la selección cuidadosa de los temas, los paisajes (Vieja arquitectura, 1939, Roberto Rodríguez Decal) los retratos y la figura humana (Espera, Felipe Atoy). El contrapunteo con las luces y sombras, en consonancia con técnicas y efectos, revelaron obras de carácter más artístico, que rozaron incluso con experimentos abstractos (Sin título, José Manuel Acosta).
Los sesenta, la épica y los setenta, se titula la fracción que engloba a los artistas de la Revolución. Como el hombre a su tiempo, los trabajos de esta época reflejan el hervor social y político del período. Las representaciones se vuelcan a las calles y a la necesidad de plasmar el instante, la sociedad y las figuras representativas. Virtuosos como Korda, Liborio Noval, Enrique de la Uz, Grandal y Gory se revelan en este segmento de la exposición con instantáneas que resultan ejemplo de ese diálogo entre el arte y la vida (Serie Millonarios, 1970, Enrique de la Uz).
Con El cambio y el arribo a la posmodernidad, nombre que representa otra de las secciones de esta muestra, surgen creadores como Alfredo Sarabia, Juan Carlos Alom, Marta María Pérez y René Peña. Es un período de muchos talentos y gran cantidad de producciones, por lo que la proliferación de temáticas diversas se hace patente. Aun así, y a pesar de las inacabables transformaciones, se potencia el manejo a propósito de la imagen y el cuerpo cobra protagonismo. Obras como No zozobra la barca de su vida, de Marta María Pérez o República de Cuba de Juan Carlos Alom, ostentan esa relevancia de la figura humana para expresar mensajes que se advierten más cerrados y misteriosos, ávidos de interpretaciones audaces que problematicen sobre la sociedad.
En la búsqueda de lo más actual, el curador nos ofrece un último segmento bajo el nombre Siglo XXI, hibridación de los códigos visuales internacionales. En esta ocasión nos sorprenden creaciones de Jorge Otero, Rodney Batista, Yanahara Mauri, José Manuel Fors y otros artistas de hoy. Trabajos como La sombra dilatada de José Manuel Fors, demuestran la innegable revolución que ha habido en el mundo de las imágenes. Los creadores ya no se limitan a la aplicación de técnicas modernas y la imbricación de estilos y géneros dentro de sus obras, si no que funden y encuentran sus obras con ajenas expresiones artísticas como el video, la música, las instalaciones y otras.
Al final solo nos quedan imágenes de lo ya acaecido. Lo vivido se nos presenta en forma de fotografías mentales que evocan recuerdos. La intención del fotógrafo es hacer perpetuos esos momentos que podemos perder en el tiempo. La imagen sin límites… es también eso, la intensión de retener en la memoria aquellos soplos épicos, aquellos instantes de existencia que, con actitud explícita o no, conforman la Historia Fotográfica de Cuba.