Don´t play with history

/ 8 diciembre, 2015

Todos los que, en todas las etapas de nuestra historia, han intentado darle la vuelta a esta voluntad de verdad y
replantearla de nuevo, precisamente allí donde la verdad empieza a justificar lo prohibido y a definir la locura, todos ellos,
desde Nietzsche a Artaud y a Bataille, han de servirnos ahora de guías, altivos sin duda, para el trabajo de cada día.
Foucault

En la definición última de las cosas intervienen el azar y los fortuitos acontecimientos que emergen de las relaciones de poder. De ahí que la historia no pueda explicarse según una verdad absoluta ni posea un sentido único, sino que se nos muestre de forma fragmentada y discontinua. Sobre esta problemática parece discursar la más reciente exposición de Hander Lara Figueroa (La Habana, 1984) que, bajo el título Dont´t play with history, quedó inaugurada el pasado 20 de noviembre en la galería de la Biblioteca Pública Rubén Martínez Villena.
Pasados apenas unos meses de sus reflexiones en torno a la historiografía del arte en el marco de la XII Bienal de La Habana, nos llegan estas piezas en las que el artista, valiéndose de recursos expresivos de la cultura visual llevados a su mínima expresión, nos conduce a un recorrido por arquetipos que han definido zonas geográficas y épocas de un modo en extremo trivial y reduccionista. Como en aquella ocasión, Hander nos convoca a la reflexión sobre la construcción de la historia, sus omisiones y simplificaciones.
Los 22 lienzos de mediano formato que aquí se presentan forman parte una serie más amplia que le da título a la exposición. Cada uno de ellos reza el mismo texto como elemento portador de sentido no solo verbal, sino también formal. Y es que los diferentes estilos tipográficos empleados, de conjunto con el diseño formal y la combinación de colores, son alusivos a paradigmas estéticos asociados a momentos específicos del devenir histórico universal.
Algunas de las instantáneas asociaciones que hacemos cuando repasamos los cuadros, son a la identidad visual corporativa de marcas como la Coca Cola, la Marlboro, la Chevrolet de los años 50; a la estética de culturas como por ejemplo la difundida por el Campo Socialista especialmente a través de sus carteles propagandísticos; al género Western; a conflictos armados actuales; a las camisetas de juegos escolares deportivos usadas con frecuencia en universidades de Estados Unidos; y hasta a Johannes Gutenberg, quien con la imprenta ayudó a difundir el uso de la tipografía gótica por todo Occidente, especialmente dentro de Alemania, donde todavía hoy podemos encontrarla en los titulares de algunos diarios.
Así, plena de citas aparentemente inconexas y ajenas a nuestra cultura, la exposición toda se ha concebido como una única pieza instalativa. Los cuadros, dispuestos de manera lineal -como se suele contar la historia- mantienen distancias totalmente asimétricas entre sí; algunos muy juntos, casi superpuestos, otros, separados por espacios vacíos que nos hablan de los olvidos, de los sucesos que ocupan determinado lugar y se cubren, se silencian, se omiten.
Una vez más, haciendo uso de de la simpleza formal y la cuidadosa factura, el artista confiere a la idea el lugar principal, no sin cierto carácter lúdico. El juego -que a la vez entabla una interesante relación con el título de la muestra- se establece a través de esa inquieta articulación de los códigos con que opera el diseño gráfico incitándonos a buscar referentes y completar mensajes, despertando diversas reacciones en la nuestra memoria emotiva.
No es la premisa de Hander, aquella rectora en las investigaciones de Foucault, del escepticismo sistemático respecto a todos los universales antropológicos. A fin de cuentas, nada parece poder impedir que la construcción de la historia siga estando siempre permeada por las pasiones y las razones del historiador, que inevitablemente se enfrenta a la selección de los aspectos que considera más relevantes, la organización cronológica de cada acontecimiento y los intereses de la sociedad en que habita. Sí se hace evidente la invitación a una mirada otra al devenir de los sucesos.

 

Beatriz Junco Cabrera

Beatriz Junco Cabrera

La Habana, 1990. Licenciada en Historia del Arte por la Universidad de La Habana. Desde septiembre del 2013 trabaja en la Oficina del Historiador de la Ciudad; inicialmente como especialista del departamento de Museología y Exposiciones transitorias en el Museo de Arte Sacro Basílica Menor y Convento de San Francisco de Asís y luego como especialista en el departamento de Artes Visuales de la Dirección de Gestión Cultural.

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