Aun sin quebrar el “mármol” es posible romper el canon

/ 10 julio, 2015

 ACTO PRIMERO

Una escultura realista yace en el teatro. Gabriel aparece en escena con una bolsa en su mano, se coloca justo al lado de su representación escultórica y dispersa por el tabloncillo mazos que propone al espectador. No decir palabra alguna es su intención, mas si alguien espera respuestas bien puede coger los pesados instrumentos y demoler a golpes la imagen tallada. Para los curiosos, es ese el único modo. El ejercicio de culminación de estudios se tornaba un desafío. El tribunal declaró: “nos has tendido una trampa”, -Gabriel solo sonrió.[1]

 

ACTO SEGUNDO

El debate de Sin razón, sin aliento y sin nada fue iniciado.

La insistencia en el proceso de defensa de tesis por parte del profesorado de la Universidad de las Artes (ISA) no parece haber sido suficiente para arribar a un consenso. ¿Dónde poner mayor énfasis si de evaluar se trata: en la producción, en la fundamentación conceptual que acompaña a esta o en la presentación oral que finalmente propone el estudiante como síntesis de ambos procesos? Por supuesto, no es esta disyuntiva fácil de resolver y, por otro lado, tampoco deja de ser compartida por entidades artístico-pedagógicas de otras partes del mundo; aun cuando Howard Gardner asevera que se ha producido dentro del campo determinada aquiescencia acerca de la ne­cesidad de ir más allá de la “mera producción” y reconoce que, a pesar de las divergencias, se coincide en la eliminación de todo énfasis exclusivo para privilegiar la discusión y el análisis de las propias obras de arte y una apreciación de los contextos culturales en los que se estas ela­boran.[2]

Con ello, todos –o al menos, casi todos- creemos estar de acuerdo, y de hecho, así fue asumido cuando el estudiante Gabriel Cisneros nos propuso escoger entre la conservación de su obra escultórica y una supuesta fundamentación teórica que yacía dentro de esta. A fin de cuentas, como planteaba Catherine Millet “¿por qué negaríamos a un joven diplomado de una escuela de arte la libertad que reconocimos, hace ya mucho tiempo, a Marcel Duchamp?”[3] Evidentemente, nos conformábamos con aquello que entendimos como pieza, ese gesto en el que se dejaba planteado el cuestionamiento al rol de la enseñanza de arte y que ponía en crisis los presupuestos desde los cuales esta opera y controla. Sin embargo, ante tal situación, no negaremos, afloraron por nuestra parte debilidades, dudas, desajustes de los que estamos conscientes, pero que aún quedan por resolver y que nos toman horas de revisión, de reflexibilidad en torno al hecho artístico y a su evaluación. Proceso de pensamiento sumamente válido del cual, estoy convencida, ni el propio Gardner quedaría a salvo cuando apuesta por     “… diseñar métodos de evaluación que hagan justicia a lo que resulta ser más importante en las formas artísticas”,[4] pues existe para Gardner un énfasis, un algo más importante que merece mayor atención pero que él no identifica.

De cualquier modo, no fue solo la instancia educadora el objeto de la crítica de Gabriel. La declarada actitud nihilista que revela Sin razón, sin aliento y sin nada apunta al reconocimiento de un ambiente exánime, decadente y que, por supuesto, comprende la estructura disciplinaria del ISA en tanto contexto inmediato desde el cual surge la obra, pero que incluso va mucho más allá. Y paradójicamente, esa negación total – en la que la razón para mí es sobrada- no implica el discursar desde una postura acomodaticia, ni conformista. Al contrario, se establece una incitación, un continuo poner a prueba al espectador al que Gabriel manipula y convierte en actor y al que, por ende, hace susceptible de ser juzgado, de ser presa de la trampa por él tendida. Porque al artista le interesa siempre el rejuego, lo aparentemente irreal o incierto, aquello que en su ambigüedad no podemos asumir como verdadero y tampoco como falso. Por ello encubre desde la naturaleza del material usado -resina mezclada con yeso para simular una superficie pétrea, marmórea- hasta las propias palabras. Todo lo cual explica el gesto sarcástico, inquisitivo, provocador de su representación escultórica, gesto con el que aún no ha dejado de ser consecuente y que no revela más de lo que le es permitido, es decir, “nada”.

Por tanto, una pieza como esta, de innegable esencia desestabilizadora insiste en la pertinencia de asumir riesgos de los que, a decir verdad, pocos hemos apreciado en los últimos tiempos del arte cubano. Sin razón, sin aliento… deviene un llamado de atención al enfatizar en la capacidad intrínseca del arte de búsqueda, renovación o regeneración de los códigos u operatorias para la activación de nuevos y oportunos significados. En tal dirección, útil parecía la combinación del proceder performático –para lo cual la locación escogida era de mayor efectividad- con la recreación escultórica a la manera más académica. Y precisamente, este factor dinamitaba otra reflexión en torno a los paradigmas y los estereotipos que del arte y su morfología aun poseemos: el respeto al oficio y ese temor que nos impide ir contra él, contra aquello perfectamente ejecutado, contra el canon. Temor al que, sin embargo, Gabriel supo escapar…

ACTO TERCERO

El teatro se cerró al público, ahora los actores solo eran los jueces. Una vez en la habitación corrieron hacia el objeto, lo escudriñaron, lo voltearon y procedieron a romper…. por el suelo se esparcieron los fragmentos. Entonces, las puertas fueron abiertas. Gabriel incrédulo se negaba a aceptar la revelación de su secreto. El tribunal declaró: “te hemos tendido una trampa”, -Gabriel, nuevamente, solo sonrió.

 

Fotos: Rigoberto Otaño Milián

 

[1] La construcción del primer y tercer acto, al parecer ficcionada, está basada en los hechos ocurridos el 30 de abril en la defensa de tesis del estudiante de Artes Visuales Gabriel Cisneros. Ello obedece a la búsqueda de una similitud con la intención performática, teatral de la propuesta y al interés del artista en “falsear”, supuestamente las realidades.

[2] Gardner, Howard. Investigación disciplinada en la escuela secundaria: Una introducción al Art Propel.

[3] Millet, Catherine. La crítica contra la arbitrariedad.

[4] Gardner, Howard. Op. Cit.

Marilyn Payrol

Marilyn Payrol

(Santa Clara, 1990). Graduada de Historia del Arte por la Universidad de La Habana. Profesora de Teoría y Crítica de la Universidad de las Artes (ISA). Es editora del sitio web de Art OnCuba magazine. Textos suyos pueden consultarse en la Revista Artecubano, La Gaceta de Cuba y en Art OnCuba Magazine.

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