Desde hace 10 años, aproximadamente, surge en Cuba un nuevo diseño de interiores en los espacios dedicados a negocios privados, sobre todo en la esfera de la gastronomía: estos son, esencialmente, bares, cafeterías, restaurantes, y algún hostal o casa de alquiler de habitaciones. Sin referencias de otras culturas arquitectónicas dedicadas al interiorismo (ante la inexistencia de información por la vía de revistas o audiovisuales especializados) los nuevos diseños son realizados, en su mayoría, por los propios dueños de tales negocios, los cuales, por lo general, acuden a códigos e ideas nacidas de sus gustos personales, de sus escasos conocimientos en la materia o, en el mejor de los casos, indicaciones de arquitectos o artistas amigos.
El resultado es un sorprendente pastiche de formas diversas en el que se mezclan apropiaciones de estilos europeos provenientes de los siglos XVIII y XIX, otras de tendencias de la primera y segunda mitad del siglo xx, y algunas de tradiciones locales. Influidos muchos de ellos por los éxitos del famoso restaurante-paladar La guarida, acuden a poblar los espacios de mobiliario y objetos antiguos, afiches y fotografías también viejas, matizados con alguna escultura o pintura de jóvenes artistas. Los menos, tratan de parecer algo cool, a la usanza norteamericana postmoderna, con paredes y pisos sencillos, apenas ornamentación e iluminación indirecta, y objetos que recuerdan las enseñanzas de la Bauhaus. En ambos casos se trata de refritos, unos mejores, otros peores, y apropiaciones vencidas por el abuso de las formas prestablecidas a lo largo del tiempo que no trasmiten nada nuevo.
Hay otra posición, una tercera tal vez, que consiste en una mezcla de ambas; es decir, el uso de elementos antiguos (tocadiscos, restos de autos norteamericanos, máquinas de coser de pedales, cámaras fotográficas, apliques, candelabros, lámparas Tiffanys, etc.) complementados con gigantografías de La Habana, cerámica contemporánea, música house, techno, o de los años 60 y 70, con el fin de crear un ambiente algo ecléctico capaz de satisfacer los más variados gustos de los clientes para que todos se sientan bien en esos ambientes.
Y están, por último, aquellos que acuden a jóvenes arquitectos y diseñadores industriales cubanos, ambiciosos y con deseos verdaderos de renovación: estos resultan a la larga los mejores proyectos en cuanto a coherencia, organicidad, originalidad, pues parten de una cultura arquitectónica informada y culta a la vez, con pretensiones de alcanzar los mejores momentos de la modernidad o postmodernidad.
El panorama es complejo: las soluciones serán, por tanto, disímiles, tal vez extrañas o de escasa imaginación pero son las opciones por ahora. Todo parece indicar que en los próximos años seguiremos empeñados en un reciclaje de formas y estilos diversos hasta alcanzar, quizás un día no muy lejano, una cultura arquitectónica acorde y en consonancia con los mejores valores culturales.
Fotos: Alain Cabrera
Nathalie
28 agosto, 2017
“Una cultura arquitectónica acorde y en consonancia con los mejores valores culturales” Me ENCANTARÍA saber más sobre los trabajos de estos jóvenes arquitectos e ingenieros cubanos que menciona…