9 Leyes. El peso de la historia

/ 24 diciembre, 2014

En la historia de la cultura cubana de la Revolución, arte y poder parecen enfrentarse como rivales políticos. Quizás porque el rol social concedido a la práctica artística desde 1959 la colocó en el mismo plano del gobierno revolucionario: ambos compartieron territorio, emplearon recursos comunes y participaron de una tarea similar, la transformación del hombre y con él de toda la sociedad. Hoy aquel enfrentamiento puede ser interpretado simultáneamente como rivalidad estética.

El peso de la Historia conduce ese duelo perpetuo al espacio específico del arte. Lo sustrae momentáneamente del contexto histórico traduciendo a gramática estética la narrativa política. O lo que es lo mismo, invierte la lectura de la discordia: aborda la Revolución desde su naturaleza artística para acceder a su esencia. No se concentra en las características perceptibles de su realización sino en el instante en que es formulada: el proyecto que precede a la transformación total.

La sustitución radical del pasado y la reinvención del país implicó una creatio ex nihilo; comenzar de cero. El orden naciente de la Revolución debió estatuirse como la nueva lógica social. Lo distintivo del caso cubano se circunscribe a la dilación de este proceso en el tiempo. Como si el entusiasmo de la juventud arrolladora que lo generó hubiera sido el verdadero impulso del cambio y no la claridad en la dirección que este debía llevar. El de la Revolución cubana ha sido un proyecto de post-revolución. Más que incompleto en el momento de la conquista del poder, su programa social fue concebido sobre la marcha, en la apuesta por el método de la prueba y el error. Ante el imperativo del redireccionamiento político la modificación permanente de los estatutos sociales se instituiría en ley. No es casual que la constitución socialista de la república demorara casi dos décadas en ser establecida como único cuerpo legal; justo cuando la nueva nación parecía haber sido realizada, es decir, cuando era ya status quo, Realidad.

Es ese anteproyecto, las leyes promulgadas en los años inmediatos a 1959 que integrarían La Ley Fundamental de La República en vigor hasta 1976, el que El peso de la Historia intenta calibrar. Pero también las modificaciones recientes vinculadas al proceso que experimenta hoy el proyecto socialista cubano: la reinvención de sí mismo como su propia obra. Esa auto-escritura es aquí el centro de interés. El análisis se asienta en una acción reductiva que traduce a forma los textos legislativos seleccionados. Cada uno ha sido sometido a una aplicación diseñada para calcular el área, peso y volumen de la tinta empleada en su impresión. Los resultados conseguidos a través INK –nombre comercial del programa– se estampan luego como áreas específicas en los muros del espacio del arte.

Estética y política son devueltas así al mismo nivel de igualdad. La transcripción formal del instrumento político pone al descubierto la equivalencia de recursos entre ambos campos, al tiempo que abre el juego al análisis de sus narraciones. Y con ello, lo que es más importante, restituye a la práctica artística su agencia como instancia revisionista, pero sobre todo como fuerza participativa de los procesos históricos.

 

Fotografía: Alain Cabrera

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