Estar en el “centro de atención” se ha vuelto una rutina para los cubanos. Ni siquiera me atrevería a decir un rango de tiempo específico pues, ya sea por nuestra ubicación geográfica o por la situación política[1], Cuba se ha mantenido como noticia desde quién sabe cuándo. Lo cierto es que volvemos una y otra vez al punto de mira, sobre todo a partir del restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos. Más bien lo difícil ha sido mantenernos al margen de juicios y encasillamientos políticos.
Q&A (Questions and Answers) es una exposición de siete artistas cubanos en el Centro Cultural del Inter-American Development Bank inaugurada el pasado 9 de diciembre en Washington D.C; organizada por la conocida curadora Cristina Vives. La muestra generó varios encuentros y debates con distinguidas personalidades del mundo académico estadounidense, especializados en asuntos cubanos como fue la conferencia en The American University Museum (KatzenArts Center) moderada por Jack Rasmussen, director del Katzen (diciembre 8) y The Brookings Institution, moderada por Ted Piccone, Senior Fellow of Foreing Policy y por Martin Dahinden, embajador de Suiza en Washington (diciembre 10). De ahí la vuelta a la diana, al qué se dice y el qué dirá pero con una salida de culto: solo se habla de y desde el arte.
En su tesis curatorial Vives lanzó dos preguntas esenciales: cómo nos ven y cómo nos vemos los cubanos. Siete talentosos artistas, que forman parte de tres generaciones dentro del arte cubano contemporáneo, fueron los encargados de “responder” este -para nada sencillo- cuestionario. Alexandre Arrechea, Alejandro Campins, Javier Castro, Humberto Díaz, Fidel García, Alejandro González y Lorena Gutiérrez se vistieron de gala en sus respuestas.
Con notable astucia la exposición hurga sobre distintas grietas del sistema cubano, pero de alguna manera el factor común es el tiempo. Se derivan incontables reflexiones a partir de la tríada tiempo, historia, noticia. Cada uno de estos tópicos se encierra en el otro, como el todo a la parte y viceversa. Cristina Vives destaca en las palabras al catálogo que “el tiempo no es para el cubano de a pie una dimensión de materia ni un concepto metafísico, sino una circunstancia ambivalente”[2]. Digamos entonces que Cuba está congelada en un ciclo de transformaciones lentas. Desde el exterior muchos piensan que la Isla vive sorprendentes aperturas económicas mientras los de adentro se mantienen en standby, en el limbo de la espera. A estas alturas se ha registrado un éxodo mayor al vivido en 1994 y aún desde dentro, se vive el presente con alguna “ilusión” incierta del mañana y esto, por más que duela, es un hecho.
La realidad es que se lucha entre dos formaciones culturales antagónicas: el sistema soviético y la permanencia del legado estadounidense antes y después de 1959. De ahí que los artistas revisiten la historia creando maquetas, boutiques, software y videos que recolocan los discursos aprehendidos durante años. Un diálogo entre lo cotidiano y lo oficial, entre el patrón de Revolución socialista y la satánica cacería contra el capitalismo. La retórica de un mundo caótico y un país “perfecto” que se detiene en sus ruinas. Y como tanto me gusta repetir, los artistas parten de referentes locales y terminan hablando de una realidad global polifacética. Nadie menciona el fracaso y se tuerce en la cola de la serpiente antes de la mordida.
La pieza Colectivización, del artista Fidel García, muestra a través de un software una recopilación de hechos delictivos ocurridos en Cuba. El nombre de la obra se refiere al modelo económico impuesto por Stalin en la desaparecida Unión Soviética, adoptado por el gobierno cubano a partir de la década de 1960, como refiere el autor. El resultado es una bella proyección de datos que aleatoria y cronológicamente coloniza la pared de la galería.
Por otro lado, en Upperworld de Lorena Gutiérrez, la artista manipula –en buen sentido- una visualidad propia de los años 60 en fotografías, video publicitario y una vitrina donde coloca su línea de “moda” inspirada en los delitos de cuello blanco. La artista emplea estrategias del marketing en una lujosa campaña que potencia el uso del cuello blanco (el delito) como prototipo de elegancia, triunfo y buen gusto. Ambas piezas parten de investigaciones sobre el tema delictivo y de la corrupción en Cuba. Lo interesante es el eco de la noticia, la investigación por cuenta “propia” a través de testimonios recogidos; el estudio del código penal cubano así como de las estadísticas de sucesos engavetados. Los artistas hablan sobre la centralización disfuncional de la noticia y por ende la necesidad de expansión informativa. García potencia una imagen tecnológica, de digitalización, mientras Gutiérrez nivela la corrupción como un acto común en la sociedad que se vive hoy día –fuera y dentro de Cuba-; sale de la hipócrita sentencia y lo expone como objeto de deseo, de la misma manera en que se ha asumido la corrupción en la Isla: binomio triunfo vs fracaso/riqueza vs pobreza.
Estos creadores extraen un contenido camuflado en la historia a conveniencia del discurso que han querido construir los medios oficiales y encuentran, luego de su visitación, piezas faltantes en ese juego. Alejandro González habla de momentos cruciales en la formación del proyecto revolucionario. Un espectador pasivo que recibió la secuela del destino que ellos trazaron para él. No existe una participación activa de la sociedad, han sido modelos impuestos a partir de la elección de otros. Por ello González crea nuevas fotos que manipulan tales hechos. Y lo hace por medio de la teatralización y el montaje. La fotografía como documentación verás en contraposición del ajuste, la edición. La serie Re-construcción, se basa en fotografiar maquetas de cartón diseñadas a partir de imágenes de actos políticos y culturales en los que no participó directamente.
Historia vs tiempo. Con la escultura Dancing Bacardi, Alexandre Arrechea habla de una ciudad que se detiene. Esta pieza forma parte de la serie The city that stopped dancing –de esculturas, acuarelas y videos- que versa sobre determinados sucesos internacionales que han frustrado las dinámicas de conocidas zonas metropolitanas. Arrechea utiliza edificios emblemáticos de diferentes ciudades y los coloca sobre trompos en reposo a la espera de ser movidos nuevamente. Rompe así una disertación de lo local para referirnos a asuntos globales, a fin de cuentas llevamos años rasgando el cascaron de lo territorial. Y como ciudadanos del mundo Alejandro Campins interviene con una hermosa pintura de Fort Tilden, New York. El artista cuestiona la trascendencia de este emblemático lugar a través de un paisaje sublime. No solo los cubanos somos víctimas de la opacidad sino que a gran escala la sociedad contemporánea se sumerge en lo inmediato y en contraposición o por desconocimiento minimizan la historia.
¿Qué es la historia? Volvemos a la tríada tiempo, noticia, historia. Y el concepto de “eternidad” hace catarsis. En la sociedad de hoy aumentan los selfies, la documentación de cada minuto vivido para ser visitado en el futuro. Luego se re-escribe a conveniencia o simplemente se oculta en la biografía de algún perfil. Javier Castro nos cuenta que en determinadas zonas marginales se adoptan imágenes de desafío como simple acto de supervivencia. Más allá de luchar contra el bullying, en esta esfera social se construyen paradigmas de heroicidad con la ingenua idea de dejar una huella. En el video Yo no le tengo miedo a la eternidad los sujetos posan ante cámara asumiendo la frase y brindando una imagen hierática que los inmortalicen. Lo que para unos es incómodo si de estar en el centro de atención se trata –in the spotlight– para otros es una necesidad. Y aquí todas las piezas de la exposición se cruzan con la obra de Humberto Díaz, quien coloca en la entrada de la galería 21 linternas MacLight apuntando al centro, un centro vacío, sediento de iluminar a cualquier espectador disponible.
La pieza de Díaz trata sobre los focos de poder y el resultado de estar en el centro de atención bajo la ambigüedad de lo “bueno” o lo “malo” pero en la noticia. Estas obras se complementan extraordinariamente, sin importar que hayan sido expuestas anteriormente. Esa es la verdadera tarea curatorial: convergencia. Y me deja feliz sentenciar que el arte cubano -pese a todo- sigue in the spotlight; danzando, libre en expresiones e ideas. Las aperturas de las que hoy se hablan para Cuba el campo artístico las ha gozado por varias décadas. Son transformaciones lentas, ya sea en la morfología de las piezas o el modo de colocación institucional.
Sin embargo, algo está bien escrito: muchos provocan el “éxito” a partir de intervenciones escandalosas y quedan ahí, en la noticia del momento, empolvada en algún archivo; otros se defienden con astucia en el mainstream con propuestas sólidas, cuestionando cualquier cambio posible sin miedo a la eternidad. Esa es la cuestión: in the spotlight? o, in the spotlight ever!
[1] Durante más de cinco décadas han existido pugnas políticas entre Cuba y Estados Unidos, además de ser nuestro país uno de los pocos territorios que hoy día se mantiene en busca del socialismo.
[2] Vives, Cristina. “Sin miedo a la eternidad” en Q&A with Seven Contemporary Cuban Artists, Palabras al catálogo, Diciembre-2015.