Rocío García: The Mission

Rocío García. The Mission

/ 1 julio, 2015

La instalación cultural Factoría Habana –sita en O’Reilly #308 entre Habana y Aguiar-se inserta dentro de las actividades de la Duodécima Bienal de La Habana, con un proyecto abarcador de excelencia, al presentar un grupo de exposiciones personales de artistas de primer nivel; entre ellos, se cuenta con la participación de Rocío García con el proyecto The Mission.

Con la participación de Rocío García, -entre otras personalidades de la plástica nacional-, se garantiza la presencia de una obra maciza en su realización, de buena factura, atractiva, pues la artista se caracteriza por ser generosa en la creación de un clima de tensión, que genere expectativa en el espectador, quien, seguramente, recorrerá los lienzos, descubriendo la concreción de una historia seriada en cuadros independientes, que narran una sucesión de hechos concatenados, -cual eje conductor-, en el cual los lienzos actúan cual si fueran fotogramas de un filme. La acción dramática, el singular colorido, el ambiente del cine negro y los singulares personajes, deambulan por sus piezas, exaltando nuestros sentidos, a través de la provocación.

Su estética apuesta por el thriller, como género dentro de la cinematografía, para emparentar su poética, que sabiamente resuelve mediante la concreción de una secuencia seriada en cada exponente pictórico, concebido desde la buena pintura, reforzada por la concreción visual, concreta y precisa, de la idea que quiere desarrollar. Contrapone planos de color con la intención de lograr un clima sugerente en la trasmisión el mensaje, apoyado en la acción dramática, el singular colorido y el ambiente del cine negro, en el cual los personajes deambulan, exaltando nuestros sentidos a través de la provocación.

En sus obras, los personajes exaltan nuestros sentidos desde un expreso desafío, matizado por el sentido del humor y sugerentes elementos simbólicos: la presencia de bares, la atmósfera de suspenso y la atemporalidad del cine negro norteamericano, que matizan cada serie, en las cuales, aflora algo inquietante en las miradas de los personajes, en el roce de los cuerpos, y en las posturas asumidas por seres en los cuales se advierte un marcado erotismo.

Su discurso artístico explora en los asuntos psicológicos del ser humano desde un enfoque freudiano, al considerar la sexualidad como parte esencial de la condición humana y raíz de los conflictos humanos. Su estética relaciona íntimamente el tema del poder con lo erótico, -el cual considera, como uno de los poderes más grandes que existen, si se utiliza para manipular a los individuos-, dada la capacidad que tiene para influir en determinadas actitudes sociológicas, políticas, religiosas…, asumidas por el individuo en su devenir histórico. Estima que a través de lo erótico se pueden manipular muchas situaciones, acometidas desde la potestad que tiene una secretaria hasta la que detenta un jefe de estado.

Consecuentemente, Rocío cuestiona el concepto del poder emanado de lo erótico, expresado desde un imaginario narrativo de fuerza visual, secuencial, colorido, y resuelto con personajes provocativos, cuyos resortes dramáticos y psicológicos contribuyen a recrear asuntos humanos universales.

Su trayectoria se afinca sólidamente cuando en 1977, obtiene una beca para realizar estudios superiores en la especialidad de Pintura en la Academia de Arte Repin, en la entonces Unión Soviética, que le resultaron muy satisfactorios para su crecimiento como artista. La Academia era muy clásica y le enseñaron a pintar y a dibujar casi como en el Renacimiento y, desde el punto de vista de la técnica y el dibujo, le propició una formación muy sólida, que complementó, con creces, lo antes aprendido en San Alejandro. En la URSS tuvo ocasión de contar con buenísimos profesores, muy talentosos, que le aportaron un caudal importante a su desempeño desde el punto de vista formal pues la base teórico-práctica recibida fue sumamente importante, considerando, sobre todo, que su intención siempre ha sido trabajar la figura humana.

Tras su regreso a La Habana, en 1994, labora como profesora de pintura y dibujo en la Academia de San Alejandro, institución con la que ha mantenido una intensa relación, ya que disfruta y aprovecha el intercambio con los jóvenes, que la revitaliza y la retroalimenta.

Con la serie Hombres, Machos, Marineros (1998), empezó a concientizar el uso de la imagen secuencial, que enlaza la afinidad de su arte con el cine en una pintura que subvierte diversos cánones en cuanto a la sexualidad. En su obra, exterioriza su predilección por el cine, centrado en uno de los elementos que más le atrae: la fuerza visual y la intencionalidad narrativa, concebida a partir de una historia imaginada, que la ofrece ciertas libertades al espectador para que “arme” la suya propia. La autora ofrece señales y detalles, tal como ocurre en un relato de suspense, para que el espectador fabule la ficción a su gusto y la asuma desde su perspectiva. Juega con esas posibilidades, para activar las potencialidades del receptor, aprovechando el uso del humor como resorte dramático y psicológico.

Otro elemento importante en su obra es la atemporalidad presente en su producción artística; no le interesa hacer una pintura localista, lo que se muestra en sus series son asuntos humanos universales.

La persistencia del submundo de los bares le resulta fascinante y recurre a este sugestivo elemento para activar la referencia al cine negro norteamericano de las películas realizadas en los años 40 y 50 del pasado siglo.

Por último, asume que el amor es el asesino perfecto, porque siempre te va a “matar” (en el mejor sentido de la palabra, por supuesto). Uno puede escapar de cualquier cosa, pero del amor, nadie escapa. A partir de esta idea creó una serie que, formalmente cita desde Tiziano hasta Tarantino, manipulando, a su vez, la leyenda del famoso asesino de mujeres, Jack el destripador para, desde un juego metafórico, discursar sobre el concepto y las consecuencias de ese sentimiento.

En síntesis, estas son algunas de las claves que definen el quehacer de Rocío García. Le invito a visitar esta estupenda y novedosa exposición.

Hortensia Montero

Hortensia Montero

(La Habana, 1951) Master en Historia del Arte, Universidad de La Habana. Graduada de la Escuela de Museología, Museo del Louvre; de Museología General Contemporánea, Universidad París I; de Documentación y Archivo, Centro de Documentación de la UNESCO–ICOM, París. Desde 1975 es curadora de Arte Contemporáneo, MNBA. Fue Premio Anual de Investigación Cultural 2001, 2002 y 2003, Centro Juan Marinello y Premio Nacional de Curaduría, 2003 y 2006. Autora del libro Los 70: Puente para las rupturas. Profesora adjunta de la Universidad de La Habana.

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