Una isla en el eco agonizante de una copa de cristal

La poética de Alan Manuel González

/ 1 marzo, 2017

(…) Ajeno a cualquier modismo o tendencia, Alan Manuel González (La Habana, 1972) pareciera vivir en su propia burbuja, aislado del arribismo, competencia y mezquindad propios del arte contemporáneo. Él va “a su aire”, sin prisa. Quizás para decirnos que “no van lejos los de adelante, si los de atrás corren bien”. A medio camino entre la pintura hiperrealista y las atmósferas surrealizantes, su obra sobresale por el impecable dominio de la gama cromática, las texturas, los contrastes entre luces y sombras, la perspectiva lineal y atmosférica, así como el tratamiento de los escorzos, la anatomía humana y las transparencias de las superficies de cristal.

Pero más allá del virtuosismo técnico, las pinturas del artista están cargadas de una gran poesía y espiritualidad. Alan es un eterno soñador, un poeta visual, quien nos entrega agudas metáforas relacionadas con la condición insular, nuestros paisajes urbanos y rurales, las angustias y desvelos de nuestra gente. Sus trabajos son una radiografía de la Isla y de los sujetos más humildes que la habitan. Una isla errante, vagabunda, encapsulada en una botella de cristal.

Y casi sin pretenderlo he mencionado los dos símbolos iconográficos más importantes dentro de su obra: el pomo/botella/vaso de cristal y la palma real. El primero es el escenario omnipresente, que todo lo contiene, todo lo absorbe, petrifica y eterniza. Las pinturas de Alan son las pinturas del encierro, de la mudez y el silencio. Vegetaciones, construcciones arquitectónicas y seres humanos viven aprisionados entre paredes de cristal donde el tiempo y la memoria se congelan, se paralizan. Sus mundos o personajes habitan una incomunicación atroz: la belleza y limpidez de las superficies cristalinas se convierten en barrera que aísla, anula.

Por su parte, la palma real es objeto de múltiples vejaciones: es triturada, cortada, arrancada de raíz, amarrada o doblada hasta el suelo. En estas obras todos sufren: los seres humanos, las plantas, la arquitectura, José Martí en las profundidades del mar. Se trata de un mundo maldecido, errático, quizás porque alguien ha destapado la Caja de Pandora. Sus creaciones nos lanzan muchas preguntas, y ninguna respuesta: ¿quién profanó la “caja”?, ¿cuál es ese secreto que no se debía manifestar?, ¿cuándo los cristales que nos recluyen desaparecerán de nuestras conciencias y nuestros cuerpos?, ¿en qué momento las palabras y las voces se liberarán ante el eco agonizante de una copa de cristal? ¿Será pronto, o nos aguarda una espera aletargante? (…)

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Kenia Ramírez Cuba

3 abril, 2017

Magistral la manera de ilustrar el artista sus conceptos y códigos de su realidad inmediata.

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