Las transiciones que ha experimentado Cuba a lo largo de los últimos decenios pueden percibirse desde varios ángulos, pero entre las esferas sociales que lindan con las artes visuales las vallas situadas en el espacio público llaman particularmente la atención sobre los cambios acontecidos en el aspecto ideológico, económico y cultural. Por esa razón las vallas y carteles han revestido particular interés para más de un artista debido a su pluralidad discursiva.
(…) Entre los que han abordado el tópico de manera más consecuente es necesario mencionar a Félix González-Torres (Guáimaro, 1957-New York 1996), quien desarrolló su obra en New York. Su insistencia en el activismo cultural lo llevó con frecuencia a la utilización de vallas para llamar la atención del receptor o las autoridades, al colocarlas en lugares conflictivos como centros penitenciarios, sanatorios o lugares destinados a las personas sin hogar. Su trabajo procuraba crear una conciencia social a través de experiencias personales como la pérdida, la aceptación o la ruptura de los órdenes establecidos, todo ello con insistencia en una decodificación diáfana que completara el espectador; de manera que sus vallas actuaban como detonadores entre lo privado y lo público. Así destaca su obra Sin título (Amantes) donde el artista sitúa una cama vacía y a medio hacer como símbolo de la huella de su amante, que había fallecido por causa del SIDA.
(…) Otro de los artistas que ha trabajado el tópico de manera reiterada es Carlos Garaicoa (La Habana, 1967), pero en su caso la valla no se convierte en portavoz de un mensaje particular; por el contrario, esta genera una estructura que parte en muchos casos de la depauperación y el desuso. Pareciera que el artista intenta decirnos que el vacío y la corrosión también ofrecen la posibilidad de una eficaz construcción, teniendo en cuenta que parte importante de su operatoria gusta de trastocar los objetos, de cambiar su sentido y función.
(…) Subvertir el discurso de la valla e ironizarlo es parte de los esfuerzos de Antonio Espinosa (Manzanillo, 1974) en sus series Para que el enemigo no regrese y Paisajes ideológicos cubanos. En la primera, las piezas estudian la predisposición ideológica a través de la visualidad de la valla. Las obras fueron concebidas en técnica xilográfica y en ellas se percibe el gusto por retratar la dinámica contextual; en una relación metonímica el artista supedita el paisaje a la gráfica, para exponer su vacío de contenido y la sugestión que crean dichas estructuras en los entornos donde se sitúan. Por su parte, la serie Paisajes ideológicos cubanos se apropia de la semiótica de la valla y ubica las composiciones en sitios apenas reconocibles de la ciudad; enclaves condicionados por la presencia de propaganda ideológica, alusiva a figuras representativas de la gesta revolucionaria. Estas obras se caracterizan por la referencia irónica a la inmovilidad e inoperancia de las consignas, repetidas hasta vaciarse de significado y propósito.
(…) El joven artista Jesús Hdez-Güero (La Habana, 1983), propone una visión que remeda la valla, ligada al sensible tema de la censura. En su pieza Subpaís, mediante una investigación realizada sobre las organizaciones y partidos de la llamada disidencia cubana, no reconocida ni oficializada por el carácter unipartidista de la nación, propone una suerte de territorio alternativo, que fluctúa sin lugar ni aceptación del Estado, pero que aun así existe y tiene la misma lógica social de un país.
(…) Las aproximaciones a la valla como pretexto en el arte cubano no solo se circunscriben a este grupo de creadores, existen otros que también han asediado el tema y seguramente lo harán próximas generaciones. Pero en mi opinión, incluso teniendo en cuenta proyectos de décadas anteriores generados desde las instituciones, continúa siendo una asignatura pendiente la intervención de la valla en el espacio público, y no solo como documentación fotográfica o inserción anónima.
Traficar con metáforas es un recurso socorrido para alterar sentidos y burlar prohibiciones, pero llevar el arte a las vallas de la ciudad debe entenderse como una forma de elevar su estatus comunicativo. El riesgo de socializar las obras, aunque generen actitudes y opiniones encontradas, solo debe ser cuestionable para aquellos que prefieren mirar hacia otra parte.