(…) (Art)xiomas: The Next Generation fue una exposición curada por Gabriela García Azcuy en la que se conectaba el trabajo de 15 jóvenes artistas cubanos. Con una amplia cobertura de la prensa norteamericana, el resultado (concretado en 23 obras de diversas manifestaciones) sería expuesto entre el 9 de junio y el 7 de agosto del 2016 en el Art Museum of the Americas (AMA), en Washington DC, Estados Unidos.
(…) Desde las palabras al catálogo se entiende que (Art)xiomas… no pretende ser excluyente. La exposición fue concebida como “apuntes”, como una experiencia mutable y en pleno desarrollo[1], abierta siempre a artistas que develen nuevas facetas de ese lapsus generacional que intenta aprehender.
(…) Cuando, refiriéndose a esta generación, Gabriela habla en sus palabras al catálogo de una “autonomía remarcable”, una “gestión individual en sus talleres y espacios propios”, no puedo evitar pensar en el Estudio 331, donde han aunado fuerzas Alex Hernández, Frank Mujica y Adrián Fernández. Cuando habla de “trabajo continuo con la institución nacional y con galerías y centros internacionales”, de golpe me viene a la mente Mabel Poblet, una joven que ha sabido llevar de la mano notables exposiciones en la UNEAC, como Patria,[2] con un trabajo constante en galerías internacionales (Co Galería en Chile y Patricia Conde en México son solo dos ejemplos). De igual forma, cuando refiere esa “articulación estético-conceptual” como “amalgama que funciona cual tautología suficiente”, surgen de golpe las fotografías entretejidas de Jorge Otero, los paisajes de papel calado de Ariamna Contino, los carboncillos de Frank Mujica y las exquisitas narraciones visuales de Adislén Reyes. Finalmente, ya al cierre de sus palabras, la curadora de (Art)xiomas… apunta: “Son indiscutiblemente artistas cubanos, pero pertenecen a la era de la globalización cultural. Por lo que no deben analizarse como un arte de lo local, separado de los escenarios y modos internacionales.”
Con esto en mente, pienso en los engranajes que pudieran funcionarle a esta generación, que creció con Facebook y el mito de Damien Hirst como un posible camino al éxito. Una generación para la que ser artista no es solo aparecer en diapositivas de los profesores de Historia del Arte; sino que –como han demostrado generaciones anteriores en Cuba– implica un signo de estatus social, un escape legítimo de precariedades y economías endebles.
Vivimos en un mundo donde, nos guste o no, los catálogos de Christie’s y Sotheby’s determinan buena parte del meridiano social; un mundo donde Andy Warhol es el cuarto artista más googleado –lo que sea que esto signifique– mientras que Joseph Beuys queda en el número 74.[3] Cuba, desde luego, pertenece a este mundo, por lo que ignorar esto sería tan inútil como hablarle a un cactus.
Por otra parte, respecto a la dialéctica que –en el marco de la exposición– se establece con estos artistas, hay algo que me intriga. “Son cubanos residentes en Cuba”, repite la prensa hasta el cansancio, como si hablaran de aves exóticas. Y tal parece que la frase tiene algo de magia, como si en su inexplicablemente necesaria redundancia respondiera a todas las posibles preguntas. Para un artista permanecer en Cuba es la cotidianidad más vintage del mercado, algo así como tomar vino en París o estudiar budismo en los acantilados del Himalaya: una condición de marca que previamente garantiza la calidad –o al menos el estatus– de sus obras.
Se ha vuelto común especular sobre la razón de este misticismo. De hecho, hasta hace poco solía atribuírselo al egocentrismo producto de nuestra arraigada endogamia cultural. Pero existe algo. Lo percibo cuando un personaje tan global como Don Thompson, bromeando sobre las paradojas del mundo cultural en La Habana y las posibilidades de sus artistas y academias de arte, refiere que: “Los graduados de Bellas Artes de Yale Columbia puede que hayan elegido la escuela equivocada.”[4]
Finalmente, sobre los apuntes de Gabriela respecto a sus (Art) xiomas, yo agregaría que esta es una generación que ha crecido con tiempo para aprender de los errores del pasado; que entiende de la decepción y de la inutilidad del sacrificio por causas ajenas. Esta es una generación que evita conflictos innecesarios, que se equilibra al margen de los extremos; que sobrelleva lo que no le gusta y le saca todo el partido posible a las peculiaridades de su contexto. Esta es una generación que sabe que, para triunfar en el arte, el camino no está lejos de su Isla, sino bien adentro en la tierra. (…)
Para estos jóvenes, Cuba va más allá de este o aquel debate, postura o partido político. No les preocupa El Susurro de Tatlin, o los berrinches de ese pasado agónico que han heredado. Saben que eventualmente Cronos hará su trabajo. Saben que el mundo les pertenece y es solo cuestión de tiempo.
[1] Recientemente Gabriela García Azcuy me confirmó la posibilidad de próximas ediciones en otros museos de Estados Unidos e incluso España.
[2] Galería Villa Manuela, Colateral a la Duodécima Bienal de la Habana, junio 2016.
[3] “Hot Installations Drive Up June’s Top 300 Artist Searches” en https://news.artnet.com/market/june-top-300-searches.
[4] Thompson, Don: La Supermodelo y la Caja de Brillo, Editorial Planeta, 2015, p.241.