Segundo Planes, 33 años

La huella de un ciclo

/ 1 diciembre, 2018

Cuando acepté hacer esta reseña del libro: 2do 33 años/Segundo Planes, (Pinar del Río, Cuba, 1965) (…) desconocía (…) el libro como objeto en sí. Ante el espectáculo de ojearlo –impactado-, mis impresiones fluyeron con absoluta espontaneidad, dejando de preocuparme -por aquello de juez y parte-, al integrar yo la batería de escritores. (…)

Comienzo satisfecho, llamando la atención, sobre el hecho de que en el despegue del siglo xxi, por fin, alcanzamos a tener libros de autor (monografías) y de periodos completos de nuestras artes visuales -como nunca antes, en distintos idiomas- (…)

Esta entrega consagrada a Segundo (…) nos sorprende por sus dimensiones que permiten reproducciones de gran fidelidad (…) a menudo fragmentos a tamaño original, selección de imágenes que resultan reflejo fiel de la coherencia del discurso y la producción del artista, aun cuando repasa diferentes etapas. Además, el diseño consigue captar el espíritu de una obra que siempre ha cultivado la poética pictórica, con una narrativa, asociada desde sus comienzos a la literatura, a la filosofía (…)

Aparte, el diseño evoca con acierto la elegancia, brillantez y formato (19 ⅛ x 13 ⅛ pulg.) de los viejos libros de cuentos infantiles –se agradece la despejada tipografía Bodoni, en elevado puntaje– subrayando de paso las condiciones gráficas e ilustrativas de la obra de Segundo (…)

Otro acierto es el prólogo de Corina Matamoros, cuya riqueza y sencillez, según entiendo, se fundamentan en una definición general del creador y sus pinturas (…)

La novelista Wendy Guerra –esa poeta-escritora, o escritora-poeta–, que creció entre nuestras pinturas con alma igualmente de pintor, se acerca a Segundo –un lírico del color y la palabra pintada–, con amor y poesía, lo que de ningún modo aleja a Wendy del certero análisis intelectual (…). Wendy no deja fuera nada: “El éxodo, la diáspora, la ruptura, los demonios el uso de la memoria como paliativo del equilibrio, todo eso forma parte de un tópico posterior –define–, donde drena el dolor y sube la tensión del adagio”. La palabra se plasma mediante grafías y gestualidad, y ahora cuando ya cayeron las fronteras entre las artes, es oportuno que Wendy nos recuerde, citando a Foucault, que no hay palabra “que pertenezca por esencia, por derecho de naturaleza a la literatura”.

La última sección del libro contiene una entrevista de Margarito Cuéllar a Segundo, donde cuenta como lo conoció doce años atrás en una fiesta: “lucía un aura de pintor consagrado y a cada rato era saludado entre risas estruendosas y bromas (…). Enfoque, el de Cuéllar, que sin menoscabar el encanto del personaje, precisa el genuino perfil y los rasgos del entrevistado, extrayendo con acierto paso a paso las vivencias reales, vacíos, oscuridades y luces, en el recorrido de este cubano que encuentra en México un continuo regreso a la isla a lomo de sus telas.

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