(…)Bésame mucho (octubre, 2014 – febrero, 2015) es un irónico reclamo amoroso que enfatiza la ilusión de un diálogo entre autor-obra y el lector ocasional de un proceso vital, traducido en artificio pictórico, objetual o instalativo. Tal parece que Ponjuán destina las figuras para el espectador común y las ideas-obsesiones para sí. La “nada aparente” o “vacío esencial” como “falso absoluto de las cosas” deriva en una síntesis terrenal, afectiva y transparente en la soledad de su conciencia. ¿Por qué reincidir en la pose intelectual de transmitir un mensaje? Para eso están el rumor callejero o la comunicación electrónica. El mismo título de la exhibición es una “paradoja del deseo” como sarcasmo velado a quienes añoran (o pretenden imponer) un consenso de aceptación masiva.
(…) Bésame mucho es un juramento de lealtad a traiciones piadosas. Conjunciones y disyunciones del tiempo y el espacio, empeño psicofísico por hallar la estación no-violenta del ser para la vida. Recuento de clausuras y aperturas, donde el sujeto virtual de una “paciente inquietud” juega el rol principal.
(…) Alguien dijo que le había defraudado la exposición de Eduardo Ponjuán en el Museo Nacional de Bellas Artes, pues esta no resultó todo lo que se esperaba de un artista sólido. Un error tan grave como lógico, si proviene del academicismo provinciano que vicia la recepción tercermundista del arte hecho en Cuba. Ponjuán está muy lejos de producir fantasías domésticas para complacer o indignar a consumistas de eventos o profesionales del mainstream. Dicha incomprensión es la virtud de una operatoria pragmáticamente romántica, cálidamente fría y engañosamente conceptual. Porque los signos lingüísticos que muchos presumen detectar en esta “situación construida” permanecen en la punta de la lengua del artista, dispuesto a jugar como un niño travieso con las formas que vendrán. (…)