Manuel López Oliva (Cuba, 1947) escogió desde hace años enfilar sus reflexiones acerca de la ética individual y sus representaciones (…) a nivel social. Dueño de un oficio aprendido a fines de los 60, como miembro del primer alumnado de la Escuela Nacional de Arte, se formó en medio de un gran esplendor de la pintura cubana como no se ha vivido, creo yo, nuevamente (recuérdese a Antonia Eiriz, Servando Cabrera, Mariano Rodríguez, Wifredo Lam, René Portocarrero, Luis Martínez Pedro, Loló Soldevilla, Antonio Vidal, Umberto Peña, Masiques, Fayad Jamís, Pedro de Oráa, Raúl Martínez, entre otros). (…) Dejando atrás temas y asuntos de variada índole (…) López Oliva se propone ahora develarnos simulaciones y dobleces en individuos poseídos de sutiles habilidades para esconder ideas tras sutiles máscaras y decorados teatrales que emergen con fuerza en nuestro complejo contexto ideológico, político y económico.
Pinta en silencio, casi oculto a los ojos de amigos y vecinos (…). Se siente bien pintando en soledad, ajeno a fechas, calendarios, incomprensiones burocráticas, en su estudio de la calle Paula (…) donde le hace ilusión saber que cerca de allí, a pocos metros, nació José Martí a comienzos de aquella fundacional y turbulenta segunda mitad del siglo XIX.
Ha encauzado su pintura por el camino de la eticidad cubana, “ese sol del mundo moral” del que hablara Cintio Vitier. Pero una eticidad de aquí y de ahora, sin pretensiones historicistas, surgida del conocimiento y la observación minuciosa de la realidad inmediata. Para ello organiza sus telas como espacios representacionales (…). Los cuadros aparecen ante nosotros como set decorados, atmósferas compactas y espaciales de las que surgen personajes de mirada cínica o complaciente, astuta, mirando sobrecogidos alrededor o volando por los aires en alusiones surreales de ascendencia chagaliana.
(…) Su obra se adentra en uno de los focos centrales de discusión hoy en el mundo a partir de los tantos cambios vividos en los últimos decenios que confirman la urgencia de prestarle atención por cualquier medio a nuestro alcance. (…) Sus lienzos se ubican a medio camino entre lo representacional y lo metafórico, entre la síntesis gráfica y el entramado pictórico barroco. Son piezas insertadas en una cultura asaz híbrida, mestiza (…) que tiene ejemplos notables en el campo de la arquitectura, la música y la literatura y que han servido para, de algún modo, “identificarnos” dentro del complejo cultural del Caribe y Latinoamérica (…).