Pedro Pablo Oliva es un mago del color y de las formas. Su universo onírico y simbólico llega al espectador en esculturas, telas, cartulinas directamente desde su alma, desde su espíritu.
Pinareño fiel a sus raíces crea dejando un trozo de sí en cada obra. En esta Bienal lo pudimos observar en varios sitios a los que ART OnCuba llegó para admirarlo e interrogarlo.
“Yo participé, gracias a la Oficina del Historiador de la Ciudad y a Eusebio Leal, con esculturas en bronce en el espacio público. Tres de las esculturas: Clementina, la siesta y el gato, de la serie Sillones de mimbre; El beso, de la serie Alegrías y tristezas de El Malecón; y El tierno amor de Bustelo se encuentran ubicadas en la Plaza de Armas en la esquina de Obispo y Oficios.”
Me comentan que la gente pasa por allí y abraza las esculturas, hay quienes se preguntan si es una tradición limpiarlas o tocarlas, como en algún momento se convirtió en tradición, porque daba buena suerte, tocarle la barba a la escultura del Caballero de París de Jose Villa situada en la Plaza de San Francisco de Asís. Estoy contento con que la gente se acerque a mi arte y les genere disfrute o esperanzas. En HB estoy presentando también una escultura Novia llorando, un canto a los amores que se han roto por la emigración, un llanto de orillas. En Pinar del Río, en la muestra Vitral de Vueltabajo presento un, digámosle, gesto, una intervención en los 3 metros de pared que me dieron para exponer. Es un lienzo pequeño rojo que se llama Naturaleza Muerta no. 349. Homenaje a Lázaro Saveedra. Es algo inusual en mi trabajo, creo que desde los años 80 no pintaba una naturaleza muerta, pero mi amigo Saavedra me enseñó que el Arte es arma de lucha. En el open estudio, en el taller La Mina de La Habana Vieja, presento dibujos de la serie Los fantasmas de la Utopía y esculturas de formato pequeño y mediano.”
¿En que consistieron formal y conceptualmente sus obras en esta edición del evento?
Mi propuesta para la Bienal es algo en lo que vengo trabajando con intensidad en los últimos años, mis nuevos hijos: las esculturas. He descubierto placer en expresarme en la tridimensionalidad, en jugar con las formas, los espacios en blanco. Creo que el espacio tridimensional es algo que me impone nuevos retos y que sueño con dominar. Pero todavía no creo que soy escultor, así que juego como un niño con plastilina. He encontrado un gran equipo en RUN Art Foundry, con Uldis López a la cabeza. Tengo allí alumnos, amigos y eso me genera placer. Sentir que aprendo con ellos, discutir temas de arte, de política, de cosas de la vida cotidiana, escuchar chistes mientras trabajo. Sentirme esencialmente cubano entre ellos.
¿Qué ha significado para usted como artista participar con su obra en esta edición de la Bienal de La Habana?
Bueno, sabes, estoy viejo. Nada me asombra. Formo parte de un grupo que vio nacer la Bienal de La Habana. Nada me parece novedoso. He visto tanto ya que me parece que estoy en la Feria de Arco y o en la Bienal de Venecia. Eso sí, me gusta ver a los jóvenes expresarse. Porque de ellos bebo nuevas ideas, me lleno de inquietudes, genero nuevas maneras de hacer.
¿En qué etapa considera se encuentra ahora mismo dentro de su trayectoria?
En la peor. Estoy en un momento en que no creo en nada; en un momento en que me cuesta sentir que lo que hago o digo vale la pena. Pero ya estoy acostumbrado, no es la primera vez que me siento así. Me ilusiona pensar que momentos así generarán cambios en mí. Veremos qué pasa. Los cambios pueden ser para bien o para mal.