José Miguel Costa (Las Tunas, 1971) es un caso atípico en el panorama del arte contemporáneo hecho en Cuba durante la última centuria. No arribó a La Habana loco por ingresar en el Instituto Superior de Arte. No se atrevió a subirse en una balsa y traspasar esa línea llamada horizonte. Mucho menos se replegó al entusiasmo colectivo, “estado de ánimo” común en aldeas donde “nunca pasa nada”, más allá de conspirar, delinquir o tentar la fortuna en juegos prohibidos.
Costa estaba lejos de ser un aventurero que abandonaría a su familia con tal de legitimarse. Tampoco era una obsesión seguir la ruta estratégica de su promoción. Costa declinó sumarse a esa invasión noventiana, que aprovechó la estampida de la vanguardia de los ochenta. Eran jóvenes sedientos de figurar en la escena artística, dispuestos al coqueteo institucional tras una remendada política cultural.
(…) Siendo un actor social fuera del juego ideológico o comercial, las relaciones entre soporte visual e idea fluyen según avanza el proceso creativo (…) Dibujar el paisaje de la búsqueda es el punto de partida que matiza a la serie Troyanos I (2012). Si José Fouché sentenció que información es poder, Costa tradujo al fundador del espionaje moderno como una red de micro-poderes, suficiente para abolir las fronteras entre masa y hegemonía, velocidad y lentitud, lo artesanal y lo tecnológico. Por ello, se dedicó a extraer website y direcciones de correo electrónicos, para configurar a mano alzada un retrato social inatrapable.
(…) Transitando de lo relativamente culto a lo supuestamente popular, Vapor es 23 se concentró en la relación entre el número y su significado. Esta serie devino en otro mosaico psicosocial; ahora la “cartilla de la suerte” de la charada le otorgó al vicio ilícito el grado de obsesión mayoritaria. Aquí no existe una distinción ético-moral de las personas involucradas. La suerte es la esperanza de los desposeídos.
(…) La serie Vapor es 23 no fue producto de esa frialdad impostada al escoger los temas propicios en el momento propicio. Se trata de un homenaje al padre del artista, quien solía jugar este número en la charada e, incluso, llegó a ganarla. Este manuscrito como guía informativa, persiguió dejar entrever ese clandestinaje del trasiego ilegal que impera en la cotidianeidad del país.
(…) Más de un millón fue el título de la exhibición personal que José Miguel Costa mostró en la galería Carmelo (abril-mayo 2017). Esta la conformaron piezas de Troyanos II y Vapor es 23, para debutar en el circuito habanero, tarde pero seguro.
(…) En la visión culta o popular, más de un millón es síntoma de éxito o fenómeno de fracaso. No es un secreto para nadie que la astucia o la suerte une o separa a los que mudan de piel, cuando brincan por encima de una interminable opción cero (…) La tachadura como reescritura histórica o afán de encubrir, constituyó un ardid discursivo trocado en guiño formal recurrente en Troyanos II y Vapor es 23. De esta manera, lo concreto se transformó en lo abstracto, por obra y gracia de una información que revela la punta de un inceberg borroso en cualquier mapamundi. (…)