Creo que fue hace como ocho años que vi una obra de Mabel Poblet por primera vez, en una expo homenaje a Antonia Eiriz en la Galería Servando. (…) Mabel en ese entonces se había apropiado de La anunciación, que es un cuadro de espanto, un cuadro de futuro, de paranoia, de miedo, y lo había dinamitado en un todo fragmentario. Sin embargo (…), la anunciación estaba toda ahí, y lo más interesante, se veía bonita.
(…) Yo, de niño, había conocido a Antonia Eiriz, más bien había conocido a Ñica, que era como todo el mundo le decía. (…) Un día, una de sus alumnas de papier maché le preguntó que por qué no volvía a pintar y la respuesta se me quedó grabada en la cabeza para siempre, no la recuerdo con exactitud, pero dijo algo como que para qué iba a seguir pintando, si ella sólo pintaba monstruos. (…) La anunciación, en Galería Servando, se revelaba ante mí de una manera diferente, la bestia, de hecho, podía ser bella. Pudiera equivocarme, pero desde entonces no he visto la obra de Mabel Poblet sino desde ese ángulo; era muy simple, Mabel me hablaba de cosas terribles de una manera bonita.
Desde los inicios, detrás de esa belleza que parecía puramente formal, había casi siempre, creo yo, un dolor, o al menos, para no sonar trágico, una insatisfacción existencial, un malestar por lo perdido, una falta de plenitud.
Su obra fue creciendo con ella, desde lo autorreferencial y la memoria familiar hacia el mundo exterior. Desde los fragmentos que forman una figura, hasta la figura encerrada en un fragmento. La niñez, la memoria y el crecimiento fueron dando paso a dilemas ajenos. (…) Hace unos días vi una nueva serie que me intrigó, porque aparecía por primera vez en su obra la realidad política, la historia, el país, la emigración. La serie se titula Patria; acababa de exponer algunas de sus primeras piezas en Galería Odalys de Madrid. (…)
