Pocos conocen o recuerdan que fue en los escenarios del Centro Histórico donde, en la década del ochenta, irrumpió en La Habana lo que ha sido el evento cubano de las artes visuales de mayor alcance a nivel internacional. Desde entonces, muchas y muy versátiles han sido las obras que se han permitido el encuentro con las inquietudes estético-conceptuales provenientes de países latinoamericanos y caribeños, africanos o de recónditas latitudes, en la Casa Bolívar, Guayasamín, en el Convento de San Francisco de Asís, la Casa de África, la Galería Carmen Montilla y otros espacios expositivos que llegan a la veintena y que, edición tras edición, han expandido su quehacer al exponer novísimas expresiones de la contemporaneidad.
De esa suerte, las pinturas ganadoras del Gran Premio en la Primera Bienal, en 1984, Traición y muerte de Emiliano Zapata y Asesinato de Rubén Jaramillo, de la autoría de Arnold Belkin, hoy conforman parte de la colección de la Casa del Benemérito de las Américas Benito Juárez, donde nos reciben imponentes con su acento de solemnidad. Así también la Casa Bolívar es poseedora de varias obras de artistas venezolanos contemporáneos, y la mayoría de los espacios urbanos o expositivos han acogido a artistas con un quehacer comprometido, a veces semidesconocidos, pero también a personalidades imprescindibles de la cultura contemporánea (…).
(…) El Centro Histórico no sólo ha servido a la magna cita con la infraestructura de sus instalaciones, y con sus bondades de una zona céntrica, legitimada y bien valorada. El diálogo con su acervo cultural, histórico y patrimonial, unido a su notable trabajo de restauración integral y su proyección social, pauta interesantes desafíos a la inserción de cada propuesta. Ese proceso de conciliación entre las instituciones gestoras de la Bienal, los artistas y la Oficina del Historiador de la ciudad, ha sido parte esencial. Al respecto conversamos con el líder de la gestión integral del Centro Histórico, Dr. Eusebio Leal Spengler.
¿Cómo recuerda el Historiador los momentos fundacionales de la Bienal?
Los recuerdos… unidos a una personalidad extraordinaria, a la Dra. Llilian Llanes, una persona llena de voluntad, llena de espíritu de trabajo, una mujer de la cultura. Yo creo que Llilian ha sido una aportación sustantiva al espíritu de la Bienal, que trajo algo enteramente nuevo, que desbordaba el espacio del museo y se convertía en el discurso de lo contemporáneo, un discurso a veces desafiante, tentador como propuesta, que fue abarcando y llenando el Centro Histórico, y que hoy avanza ya por el malecón con todo lo que propone nuestro imponderable Juanito Delgado en Detrás del muro.
En todas las ediciones la Bienal ha tenido espacio en La Habana Vieja. Y se han hecho recurrentes las intervenciones en el espacio público, las cuales calan mucho más en la memoria colectiva. (…)
Yo soy muy partidario de que las cosas salgan a la calle, de que solamente quede cerrado lo que sea estrictamente necesario. De la experiencia de años anteriores, para mí, en lo que al Centro Histórico supone, ha sido muy enriquecedor. Y claro, aprovechando la peatonalidad que predomina en gran parte de él como resultado de la restauración, muchas piezas se pueden colocar. Algunas resultan más que sorprendentes.
(…) Tú me has recordado algunos de los momentos más estelares de la Bienal, cuando se colocaron estos grandes volúmenes en la Plaza Vieja. Fue una verdadera maravilla, aquellas esculturas metálicas que se inflaban, y que itineraron de manera insólita por diferentes partes de La Habana. Recuerdo que algunos artistas generosos, en determinado momento, dejaron sus piezas para la ciudad. Por ejemplo, Roberto Fabelo dejó esa bellísima jinete sobre el gallo en la Plaza Vieja, donde también está la monumental flor de mármol y acero inoxidable de 10 metros de altura de Juan Quintanilla; Alfredo Sosabravo ha dejado monumentales obras para La Habana Vieja; o la máscara, ese rostro de mujer frente al Hotel Dauville, que es la Primavera de Rafael San Juan, una pieza indispensable y que tanto trabajo cuesta conservar. Hace falta que se produzcan obras que soporten el tiempo. El mérito que tienen las grandes obras de La Habana, su monumentología, tanto en sus teatros como en sus monumentos públicos, es que se han hecho con materiales muy resistentes. A veces cuando se deshacen, y nos vemos obligados a reproducirlos, nos damos cuenta de lo que cuesta hacerlo bueno.
Con la Bienal se presenta una buena oportunidad para que algunas de esas obras permanezcan como parte de la colección de la ciudad histórica, a propósito del 500 aniversario que celebramos este año. (…)
Usted que es un hombre pragmático, ¿cómo valora el tema propuesto por la XIII Bienal de La Habana: “la construcción de lo posible”?
La definición me parece estupenda. La construcción de lo posible debe ser el objetivo en todo. Porque es realista, porque como tú decías es pragmático, porque es absolutamente real: debemos construir lo posible como punto de partida. Yo creo que la Bienal evolucionó a convertirse en un acontecimiento de carácter mucho más popular, con mucho más goce y disfrute de la inmensa multitud con esa compita que supone la exposición de una obra de arte. La Bienal se ha movido por toda la ciudad y por todos sus escenarios. Y ahora se me ocurre una idea: en esta zona de La Habana que sufrió los daños del tornado, que fue tan agredida y por la cual se ha hecho un esfuerzo colosal por restaurar las escuelas, los hospitales, las viviendas, sería interesante que hacia allá también la Bienal pudiera escoger espacios públicos, lo cual sería alentador para las personas, porque hay que recordar que el arte es también un recurso de aliento y de fortaleza.