(…) Meses antes de celebrarse el Coachella Festival, Paul Clemente, su director artístico, había estado en La Habana y visitado a Cristina Vives, autora del libro monográfico[1] sobre Arrechea publicado por Turner en España. Impresionado con su obra, en particular con las acuarelas motivadas por la catástrofe del Katrina, Clemente visita al artista en su estudio en New York y le propone materializar en escultura de gran formato la acuarela A few days before Katrina (Pocos días antes de Katrina) para exhibirla en el Festival. La imagen reproducía dos sillas enfrentadas soportando sobre sus asientos un gran edificio horizontal, cuyos extremos descansaban en cada una a manera de puente elevado sobre las aguas. Luego que las consultas técnicas de rigor reportaran ciertos inconvenientes constructivos, Clemente pide a Arrechea reformule la pieza y que el edificio sea sostenido por una sola silla. El resultado lo deja entusiasmado y solicita al artista que lo replique. Es así que ve la luz el proyecto Katrina Chairs, materializado en cuatro sillas con sus respectivos edificios.
(…) En el valle de Coachella, durante el día, dieron refugio a los participantes, quienes se guarecían bajo su sombra ante la inclemencia del sol; funcionalidad que, según el artista, constituyó uno de sus mayores atractivos. Y en la noche refulgieron bajo un trabajo escenográfico de luces de colores que hizo posible que las sillas pasaran de amarillas a azules, luego a violetas y más tarde a rosadas, y de este modo se convirtieran en parte sustancial del espectáculo del Festival. El público deambulaba entre ellas, como los personajes diminutos del cuento de Gulliver, impresionados ante su surreal tamaño, con una sensación mezcla de disfrute estético y complacencia ante la oportuna solución.
(…) Liberado de las contaminaciones y nexos significativos que le hubiese aportado su ubicación en el espacio urbano, este enorme complejo escultórico emplazado en el Valle de Coachella entronizó su contenido per se. No hubo re-interpretaciones de referente arquitectónico alguno, ni guiños a semblanzas artísticas acuñadas; solo la evocación a un suceso ocurrido en un espacio geográfico cerca de allí. Toda atención la mereció la idea que inspiró esta suerte de simbiótica pieza de líneas minimal y gigantismo Pop. Aun cuando muchos críticos jerarquizan la sofisticación de su producción en cuanto a configuración ideoestética, materiales y factura, destaca asimismo por cuánto dimensiona un espacio físico, episódico, urbano, cultural, subjetivo, social, global, doméstico, de juego, geográfico o contextual. Katrina Chairs es una obra dedicada a New Orleans que se creció al emplazarse próxima al contexto que inspiró su creación, si bien su estética arquitectónica, apreciable en cualquier ciudad, induce a pensar en la ubicuidad de este tipo de desastre. El Festival le proporcionó un escenario espléndido, cuantioso público y la invistió de un tono festivo, sin que para nada perdiera su intención humana y social, un sentido que tendrá por siempre. Decisiva contribución de Arrechea desde un arte público que pone de manifiesto cómo la arquitectura debe concebirse según las características geofísicas de una ciudad para el resguardo de su vida.
[1] Vives, Cristina: El espacio inevitable. The inevitable space. Turner, Madrid, 2014.