Analizadas las posibilidades, no veo nada mejor que narrar. Mediaría decir que fue sugerido el dispositivo del seudónimo: hago constar que no me van esos mecanismos. Delfín Prats, ese loco desdentado, revela que una autobiografía puede ser la perfecta anulación del yo.
Como andamos siempre a media cuadra de enterarnos de las cosas, se me ocurre ahora que la mejor manera de contar PULSO hubiera sido la del blog/twitter/facebook: esa tipología que permite emular la emoción del reality. Y que además te arroba con la libertad de expresarte a lo Diantres y demontres y Arturito Sandoval dejándolo todo en el solo de trompeta de La Semilla porque Ponjuán ha dicho:
- Más maestro serás tú
-
Esta es la proposición más extraña que me han hecho en toda la Bienal…
- Pasa por aquí que tengo unos dibujos viejos…
Prefiero no poner adjetivos a la ansiedad que significó en ese momento enfrentarnos a los artistas, comentar el proyecto y cruzar los dedos. Consúltese el refranero en la sección de vanos y aparece: para que se te abran las puertas, hay que empezar por tocar las adecuadas. Y aun así, el tino ha de ser una cuestión de costumbre, pues levanté el teléfono y cometí el primer error…
Intento referir que fue la tensión de lograr una participación decente de artistas a tan corto plazo, y con un proyecto complejo, lo que prefrabricó de cierta manera la nómina. En última instancia, fue un proceso de combustión espontánea que comenzó sin un rumbo demasiado fijo y, cuando despertamos, todavía estaba ahí. A pesar de los artistas que debimos haber contactado y no lo hicimos; o de los que convocamos y finalmente no se involucraron.
Como no es tiempo de hacer la historia de cada uno de los encuentros (y sobre todo, con una retribución infinita, callar el de Alberto Casado porque nos dejó mudos), me reconvengo a la manera de Irakere: machuca.
PULSO fue un cuento corto. Existió durante una semana, inaugurando un lunes que no nos interesa y completamente pasado por alto; y aconteció como evento durante las dos horas más calurosas que alguien pueda haber vivido en los últimos siete o nueve viernes. Pensar que el calor no fue un punto de inflexión apuntaría, cuando menos, una descortesía con los apuros que el doctor Rubiera pasa a diario para informarnos que, lamentablemente, seguirán las mismas altas temperaturas.
Lo engorroso de explicarlo es que no fue específicamente un ejercicio curatorial, sino más bien un ensayo, un ejercicio de Amed Aroche y Raquel Cruz en la compleja trama de las artes visuales. Argumentar su origen en modo turbo express implica múltiples impurezas, pero se puede hacer en oraciones simples: Quisimos participar en la Bienal de La Habana; y además tuvimos el capricho de generar un evento, una exposición viva, por decirlo al tono del aparato categorial autorizado. Como nos decidimos muy tarde, yme reconozco impropensa a los churros calientes, recurrimos a una idea preexistente de Amed-que siempre manejó como futuro indefinido.
Incluso ahora, no dejo de pensar PULSO como un proyecto prematuro que se consolidó a medida en que se fueron involucrando otras personas. Ya a posteriori, ventilo la sospecha de que fue necesariamente sietemesino: hay en sus orígenes una candidez que ha ido mutando, pero que de no haber sido así, habría aniquilado la idea antes de llevarse a cabo.
Nota: Este texto tiene su continuación en Gatos Jazz, que será publicado próximamente en el tabloide Noticias de Arte Cubano.