“No creo que exista un sitio con mayor cantidad de utopías por metro cuadrado”
Orlando Hernández
La historia cubana está llena de utopías. Pequeñas y gigantes, desgarradoras, silenciosas, incluyentes y excluyentes. Bajo estas luces, el arte ha sido (…) su mecanismo de defensa más recurrente. Se sabe que la utopía muere cuando se le alcanza… siendo su gestación, el momento de mayor valor utópico. La historia resulta tan o más procesual que la utopía misma, aunque en ocasiones, las distancias generacionales que nos separan del hecho histórico, tiendan a consignarlo en tiempo pretérito. Pero esta utopía que utilizara Orlando Hernández para referirse al Taller, se rebasó a sí misma.
La exposición AB(out) (Kendall Art Center, Nov-Dic 2017) y la monografía que la acompaña, Todo lo que quería saber de serigrafía artística cubana… y nunca le contaron, ambas surgidas de la mano del artista Aldo Menéndez (1948), están dotadas de una vigencia y frescura sorprendentes (…) 120 serigrafías, muchas de ellas procedentes del Taller Portocarrero, fundado por Aldo en 1983, quien lo dirigió hasta 1990 (…)
Esta muestra que cuenta con las firmas de una amplísima relación de artistas nacionales y extranjeros, puede analizarse como un testimonio de nuestros avatares históricos y culturales. El acierto de esta producción tuvo su base, como advierte Menéndez, más que nada en el capital humano que llegó a poseer el taller (…) En medio de un panorama de restricciones y escaseces de todo tipo, ese capital fue la principal herramienta capaz de colocarlo en un lugar prominente al organizar los Encuentros Internacionales de Serigrafía en el marco de las tres primeras Bienales de La Habana.
“El acercamiento inicial a la serigrafía artística se había producido en 1942 –explica Menéndez-, cuando el Liceum habanero presentó, una exposición de serígrafos norteamericanos. Entonces (…) surgieron talleres e impresores cuyas contribuciones impulsaron en Cuba el despegue de la serigrafía artística, algunos de cuyos pioneros estuvieron asociados al constructivismo como Salvador Corratgé y Wifredo Arcay, a los que hay que sumar al cartelista Eladio Rivadulla (…) Luego en las décadas de los 60 y 70 se fundaron el taller UNEAC y el de Casa de las Américas, más tarde funcionaron los de los pintores, Luis Miguel Valdés y Carlos Uribazo amigos y colegas convocados por mí como comité asesor, para poner en marcha el taller del Fondo, más adelante rebautizado Portocarrero”.
Era prioridad del Taller que primara lo artístico sobre el virtuosismo técnico, y que nadie ajeno al arte pudiera manipular una rasqueta o desperdiciar tinta en hacer reproducciones. Los resultados son indiscutibles y los logros se proyectan hasta el presente en un estilo de hacer, que persiste en talleres como: Pepe Herrera y Francisco Bernal de Madrid, o Nelson Villalobo de Vigo, al igual que La Siempre Habana de Luis Miguel en Michoacán.
(…) Queda esta exposición y monografía, como análisis de unos años de lujo de nuestra serigrafía, que sobresale también en la diáspora, mediante el legado del taller Miami Press, establecido por el pintor Víctor Gómez (…) Los salones del KAC -centro dirigido por el coleccionista Leonardo Rodríguez (…) resultan hoy en elegante uso del espacio, curado por Henry Ballate e Ivonne Ferrer. (…)