Mi generación, la que nació en la década de los setenta, conoció una Habana que, antes de llenarse de ruinas, se había llenado de tarecos. La relación de los cubanos con el mundo material había comenzado a cambiar desde los tempranos años sesenta, cuando el estado redistribuyó riquezas y, poco después, decretó el racionamiento de productos industriales. Desde entonces, con el mismo entusiasmo con que se dieron a celebrar el Triunfo de la Revolución cubana, los habaneros –como el resto de los cubanos– se dedicaron a guardar todo lo que en algún otro momento pudieran necesitar.
Tres décadas bastaron para almacenar una considerable cantidad de objetos, antes de que la crisis económica causada por la caída del campo socialista y la desintegración de la URSS obligara a echar mano de todas las reservas existentes. Cuba Material es una colección de esos objetos, principalmente del ámbito doméstico, consumidos y guardados desde el momento del Triunfo de la Revolución, en enero de 1959, hasta el colapso del socialismo soviético en Europa del Este y el fin de la URSS, treinta años después.
Comencé a coleccionar poco después de haber creado, a principios del año 2012, el blog Cuba Material, concebido como un “archivo de la cultura material cubana”[1]. Para entonces, la sociedad cubana había engullido y transformado, debido al Período Especial, gran parte de su cultura material, y llevaba algunos años vomitando la indigestión en basureros y aceras, o en mercadillos de segunda mano, en Cuba y en la World Wide Web.
Transcurridos cuatro años, Cuba Material reúne cerca de dos mil objetos de uso doméstico o personal y documentos, entre los que se cuentan muebles, electrodomésticos, vajillas, contenedores de alimentos, libretas escolares, uniformes, juguetes, piezas de ropa y de peletería, bisutería, hojas de cuchillas de afeitar, vales de compra, manuales de instrucciones de equipos electrónicos y electrodomésticos, certificados de mérito laboral, diplomas de graduación, medallas y bonos de trabajo voluntario, y un largo etcétera. Muchos de estos objetos fueron heredados de mi propia familia, desde las libretas escolares de mi madre con lemas revolucionarios que reflejan las primeras esperanzas depositadas en el mundo que la Revolución decía haberse propuesto construir, hasta la canastilla y los juguetes que alguna vez fueron míos, adquiridos bajo el racionamiento, que mi familia guardó pensando en nietos y biznietos por venir. También forman parte de la colección los moldes de costura de mi abuela, los safaris de poliéster de mi padre y los certificados de propiedad de cuanto electrodoméstico pudo adquirir mi abuelo con su salario “histórico” de médico. Muchos otros objetos han llegado a mis manos gracias a generosas donaciones de muy buenos amigos, conocidos, y lectores del blog. En conjunto, estos artefactos y documentos revelan, como ya he comentado a propósito de la exposición Pioneros: Building Cuba’s Socialist Childhood,[2] una cultura material politizada, marcada por la porosidad de la frontera que separa lo privado y lo público. (…)
[1] Ver http://cubamaterial.com.
[2] Entrevista realizada por Walfrido Dorta a propósito de la exposición Pioneros: BuildingCuba’sSocialistChildhood, inaugurada el 17 de septiembre de 2015 en la galería Arnold and Sheila Aronson Galleries de Parsons School of Design, curada por María A. Cabrera Arús y Meyken Barreto.