Cuba en 16mm

/ 1 junio, 2018

Lo más próximo a un movimiento creativo hoy en La Habana son los Talleres de 16mm del Studio 8. Núcleo gestor de miradas sobre la realidad cubana, que ha logrado diversificar estéticas y aglutinar artistas, algo de por sí disipado en nuestro medio, más cuando se trata de fotógrafos, fotógrafas, de intérpretes de la imagen. Talleres de Fotografía en Movimiento, cine experimental realizado por profesionales o principiantes, que estructuran una sociología visual y un modo de hacer atípico en el escenario del arte cubano actual.

Deudores de la mejor cinematografía del género y la documentalística producidas y consumidas en la Isla (Santiago Álvarez, el patrimonio de los noticieros ICAIC, el vanguardismo documental de Nicolás Guillén Landrián, cierta filmografía referida de Octavio Cortázar), sus autores consiguen hilvanar aristas de la época y el contexto social contemporáneo con luces e ingenio. Juan Carlos Alom, paradigma de la creación fotográfica cubana desde el último decenio del siglo xx, y Aimara Fernández, creadora que debuta, son los precursores del suceso.

Talleres de un cine también conocido como clandestino, underground, puro, absoluto, alternativo ante el modelo hegemónico del mercado y el imperio audiovisual, que desobedece el lenguaje narrativo instituido. Exento de la norma y autofinanciado, este trabajo sostenido durante casi un año logra trazar cambios no solo en la tradición enraizada por documentalistas, reporteros y las plataformas de comunicación masiva. La conciliación de artistas visuales asentados y fotógrafos empíricos, muchos de ellos no titulados de academias, el trabajo en dúo, el debate, la retroalimentación artística, la apertura, el fundamento docente, la inserción de jóvenes con experiencia en otros campos e influyentes en la apreciación de una cultura urbana concreta, son algunas de estas renovaciones. Aciertos que se prevén en ascenso –para talleres siguientes– al ofrecer más espacio a otras miradas no exclusivas de artistas. Gente común convidada a filmar.

Determinantes resultan los temas sociales, el registro de una realidad afín, en virtud de exponer un relato desprejuiciado. Imágenes fragmentadas, aleatorias, que configuran la identidad múltiple de un imaginario no reglamentado.

(…) Favorecía pensar en una mayor promoción y la sostenibilidad necesaria del proyecto. Sugiero la inclusión del sonido (o banda sonora) en la mayoría, como recurso enriquecedor de la narrativa visual, artilugio para subrayar escenas, línea dramática o argumentos. En los planos de alcance y efectividad de los conceptos, beneficiará no descuidar las trampas de las visiones rebeldes, de matiz vanguardistas, que se convierten con el tiempo en pautas probadas, especie de antivanguardia. Esquivar temas que se deslicen hacia la ligereza o los patrones del perfil sombrío, tan conocido, de la vida en esta Isla.

Es este un work in progress que expone compromiso, y al comportarse como tal, mostrará con veracidad la historia contemporánea y la cultura de un país. La profunda capacidad y talento de su iniciador puede sostener sin dudas el reto.

Grethel Morell Otero

Historiadora de la fotografía cubana, curadora y crítica de arte. Dos veces Premio de Investigación Fotográfica (Fototeca de Cuba, 2009 y UNEAC, 2010). Publica en importantes revistas culturales cubanas y en numerosos sitios web especializados. Autora del libro Damas, esfinges y mambisas. Mujeres en la fotografía cubana 1840-1902 (Ediciones Boloña, 2016). Premio Nacional de Crítica de Arte Guy Pérez Cisneros (2016).

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