Santiago Rodríguez Olazábal (La Habana, 1955) (…) es un artista solitario, de escasa o nula participación en grupos o movimientos generacionales, más bien dispuesto a aparecer en el firmamento del arte, en la “escena artística cubana”, solo cuando ha creído concluir un ciclo de creación y cuando ha arreciado su fe, hasta la conmoción, por lo que hace. Conocido por sus dibujos, grabados, instalaciones, ensamblajes, recién finalizó una serie de pinturas en el 2014 que exhibió en La Habana bajo el título Palabras (Galería Habana, diciembre 2014-enero 2015), y que me ha sorprendido de muchas maneras a sabiendas de su conocida formación religiosa. En honor a la verdad, la religiosidad (en la que incluyo fundamentos, historia, estructuras, ritualidades, mitos, símbolos, signos, lenguaje) que sustenta su obra debiera ser conocida para gozar plena y verdaderamente de ella, pues si no tenemos que asumir el riesgo de disfrutarla en un sentido estricto en tanto imágenes (que al fin y al cabo eso son), plasticidades o visualidades, dentro de los conceptos tradicionales de la pintura a lo largo de siglos.
(…) Albergo la sospecha de que Santiago ha tomado en cuenta la ignorancia de algunos de nosotros y ha decidido, esta vez, acortar los caminos entre su creación y una mejor y más eficaz recepción de la misma, e inquietarnos de otro modo para hacer saltar el pez de la curiosidad en medio de sus aguas territoriales. Y quién sabe si gracias a ello comenzaremos a indagar más en los misterios e iluminaciones de ciertas creencias religiosas para un mayor disfrute de nuestros contextos culturales, sociales, o nos incorporemos a habitar ese universo espiritual suyo de una vez y para siempre. (…)