(…) Aun no es la hora fijada para la inauguración y, sin embargo, cuando la puerta del ascensor se abre encuentro una sala ya bastante concurrida. Mi estrategia de ver la exposición a solas, adelantándome un poco al reloj, se desvanece.
Un telemicroscopio situado en medio de la sala apunta hacia una zona remota del espacio ¿interior o exterior?, que no alcanzo a ver apelando a mi pretendida agudeza de espectador de arte.
Alguien ha cubierto las paredes de El Apartamento con palabras, y ha relacionado todos los muros entre sí, a través de estas. Sala a sala, debemos leer este texto monumental como si pasáramos páginas, para consumir la propuesta de exposición que nos hace Yornel Martínez
Entre los saludos de los amigos habituales me salen al paso, sorpresivamente, José Lezama Lima, Antonin Artaud, Stéphane Mallarmé. Son nombres, escritos en vinilo, que impregnan las superficies de la galería. ¿Pero son solo nombres? Caigo en cuenta de que, como presencias familiares e incorpóreas, nos han acompañado en otras ocasiones como esta –atentos en un rincón de nuestra sensibilidad– para soplarnos al oído un comentario, un verso, que nos ayudase a superar lo obvio y encontrar sentidos en el ejercicio de apreciación. Y también habitan hoy la sala Elvia Rosa Castro, Caridad Blanco, Abel González, todos ellos seres benéficos de esta pequeña burbuja artística. Son los amigos con que nos hemos reunido infinitas veces a lo largo de estos años para comentar una muestra, en la Plaza Vieja o en alguna destartalada cafetería del Prado, o en el balcón del mágico estudio de 25 y 10, en El Vedado, lugar de confluencias increíbles. Hoy son también referencias.
(…) Hace ya casi un siglo, la intelectualidad cubana logró cristalizar un vínculo efectivo y primordial entre la escritura y la imagen pictórica, “hermandad circular, coincidencia renacentista de pintores, escultores, músicos y poetas” –se diría décadas después refiriéndose a este hecho[1]– desde la cual el mensaje cultural adquiría una dimensión de recepción insospechada. Así, las generaciones que conformaron la vanguardia de las artes visuales en Cuba estuvieron con frecuencia vinculadas a proyectos editoriales en los que confluían de manera simbiótica plástica y literatura.
Martínez ha investigado durante varios años estos nexos entre la imagen y el texto literario. Sus resultados conducen aquel antiguo ideal origenista hasta un límite conceptual que no tiene un antecedente en nuestro medio.
Las obras desarrolladas por el artista en el último lustro cuentan también con la complicidad del texto escrito como clave cultural protagónica, pero esta vez –en el contexto de una contemporaneidad absolutamente dominada por el poder de la visualidad– se aplica a esta alianza un algoritmo aun más radical: escritura e imagen plástica se fusionan. Tal indagación, ligada al análisis semiológico, se articula desde dos ejes que se complementan entre sí: lo legible y lo visible. (…)
*Artista encontrado.
[1] Areta Marigó, Gema. “Avisos y cautelas”. En: Introducción a la edición facsimilar de Verbum. Editorial Renacimiento, España, 2001, p.10.