La villa de Trinidad, reconocida por la UNESCO como Patrimonio Cultural de la Humanidad por ser uno de los importantes enclaves coloniales de Cuba y del mundo (…), experimenta hoy un notable desarrollo en el terreno de las artes visuales gracias a un grupo de artistas que enfrentan cada día los riesgos y desafíos propios de la creación y, además, los de una creciente industria turística que a pasos agigantados amenaza con desbordar toda expectativa en lo mercantil debido a las visitas diarias de personas desde numerosos puntos del mundo.
Los primeros atisbos de tales cambios observados hoy tienen su origen a inicios de los años ochenta del pasado siglo cuando la Escuela Elemental de Arte de Trinidad alcanzó un sincero esplendor luego de fundada varios años antes. Entre quienes contribuyeron a ella se encuentra Carlos Mata, artista graduado de la Escuela Nacional de Arte en La Habana (ENA) en los años setenta, quien sobresale en nuestros días en dicha villa por su laboriosidad para crear talleres de pintura y estudios de conservación. (…) En esa Escuela Elemental se formaron Alexandre Arrechea (ex-integrante del grupo Los Carpinteros y de conocida trayectoria internacional), Aldo Soler, Jorge César Sáenz, Ileana Villazón, Guillermo Duffay, Ernesto Fernández Valmaseda (Magua), entre otros que recuerdan con nostalgia y respeto aquella enseñanza dinámica capaz de brindar alternativas y fuentes de enriquecimiento estético a todo alumno que pasaba por sus modestas aulas (…). En 1989, gracias a su rigurosa disciplina y profesionalidad, la Escuela tuvo la posibilidad de ascender al nivel medio para satisfacer así, entre otras, necesidades locales y de toda la región central de la Isla. Por esas aulas pasaron, entre otros, Duvier del Dago, Jorge López Pardo, Wilfredo Prieto, artistas reconocidos en Cuba y en diversas latitudes del planeta.
Durante los años noventa solo existía una galería en la modesta villa, justo cuando comenzaba a cobrar auge el interés mundial por la misma a partir de lo que pudiera considerarse una suerte de boom turístico.Del panorama de las artes visuales en Trinidad conocíamos bien poco en La Habana, salvo algunos creadores locales como Antonio Herr-Grau, Abel Mainegra, Elio Billoa, Antonio Zerquera, Rafael Zerquera (destacado artesano de fibras) y muy especialmente Benito Ortiz, uno de los artistas “ingenuos” más talentosos de Cuba por su imaginación e inventiva, que nos redescubrió una y mil veces la villa. A raíz del fallecimiento de este último, en 1989, la ciudad decidió ponerle su nombre a esa única galería.
A principios de esa década Alejandro López Bastida, Ismael Rodríguez, Jorge César Sáenz y Yasmina Guerra, graduados el mismo año 1990, habían fundado un efímero grupo llamado Adoquín con la intención de modificar el panorama de la creación local en Trinidad; y hacia finales de la misma se habían graduado Yudit Vidal y Niels Reyes, cuyas obras –diametralmente opuestas– se inspiraron por momentos en las atmósferas emanadas de la vida cultural local. Otro tanto ocurrió con Humberto Díaz, cuyos primeros pasos como creador fueron en esa escuela hasta concluir años más tarde su formación académica en el Instituto Superior de Arte, La Habana (…).
A grandes rasgos, podemos constatar que la enseñanza artística en Trinidad ha producido una valiosa cantidad de artistas notables. (…) El impacto de estos y de tal ambiente creador se consolidó luego, a principios del siglo xxi, con el surgimiento de nuevas galerías, una bienal de arte (más de siete ediciones celebradas hasta hoy) y la realización de los Salones Benito Ortiz de arte popular. (…)
Tal panorama motivó la visita de varios coleccionistas norteamericanos en estos tiempos, entre los que se encuentran Sandra Levinson y Alex Rosenberg, interesados por contribuir, además, al avance de esos artistas y de otros en vías de desarrollo. Y motivó también la realización del proyecto Las estaciones del arte, con una semana o más de duración, auspiciado por la Oficina del Historiador de la Ciudad y dirigido por artistas cubanos, al que contribuyeron con su magisterio y experiencia Eduardo Ponjuán, Roberto Diago, Eduardo Roca (Choco), dinamizando aun más la escena local en busca de otras formas de expresión más allá de las artesanías y la pintura. (…)